37 - Confesión de fe y primado de Pedro y primer anuncio de la pasión y la resurrección. (Mt 16, 13-28)

 DÍA 37


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Confesión de fe y primado de Pedro y primer anuncio de la pasión y la resurrección. (Mt 16, 13-28)

13 Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

14 Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

15 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

16 Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

17 Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

20 Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

22 Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

23 Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

24 Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. 25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. 26 ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

27 Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. 

28 En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».


3. La Palabra ilumina

«Y vosotros, ¿quien decís que soy yo?» Hoy te somete Jesús al examen de la fe. Como hizo Simón Pedro, tal vez pudieras superar la parte teórica con una respuesta exacta, fruto de la gracia de Dios que trabaja en ti. «Tú eres el Mesías», la realización de las mejores esperanzas, «el Hijo de Dios vivo». La afirmación de Pedro brota del corazón, no, a buen seguro, de sus nociones de teología, y suscita la igualmente cordial exclamación del Señor. Quisiera responder con el mismo ardor a Jesús. 

Con todo, eso no bastaría para superar el examen: has comprendido que Jesús es Dios, pero debes comprobar también tu concepto de Dios y de su obrar. En efecto, el vínculo con el requiere la imitación, el seguimiento del Hijo: esta es la prueba práctica, la comprobación de la fe. 

Nosotros creemos en el Dios omnipotente, pero no hemos comprendido aún de manera suficiente que su omnipotencia es misericordia infinita, llegada hasta el sacrificio del Hijo. Por eso nos quedamos desconcertados o decepcionados frente a las oposiciones y a los fracasos: nos falta la conciencia de que Cristo está presente entre nosotros como Crucificado-Resucitado, para salvarnos, abriéndonos por delante su mismo camino. 

Si queremos ser discípulos suyos, no hay otro camino. Ese camino conduce a la plenitud de la vida, aunque a costa de renuncias y de fatigas: para avanzar es preciso rechazar los falsos valores propuestos por la mentalidad mundana. 

El Hijo de Dios vivo es también verdadero hombre: solo Él puede enseñarnos a ser personas auténticas, capaces de realizar aquella humanidad que corresponde a las expectativas del Padre. Si siguiéramos con confianza la enseñanza y el ejemplo del Maestro, podríamos superar también el examen definitivo que el evangelio nos deja entrever hoy, puesto que «el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.» (v. 27).


4. Dialoga con el Señor

¿Y quien dices tú qué es Jesús?

Señor Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Haz que, firmemente basados en la roca de la fe de Pedro, aprendamos a pensar y a sentir según el corazón del Padre y a seguirte cada día abrazando nuestra cruz, a fin de llegar contigo a la gloria de la resurrección.


Dios te bendiga.

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