29 - Parábolas del tesoro, la perla y la red (Mt 13, 44-52)

 DÍA 29


1. Invoca al Espíritu Santo

Sin la acción eficaz del "Espíritu de la Verdad" (Jn 14, 16) no se pueden comprender las palabras del Señor. Dice san Ireneo: "Los que no participan del Espíritu no obtienen del pecho de su madre (la Iglesia) el nutrimento de la vida, no reciben nada de la fuente más pura que brota del cuerpo de Cristo". Invoca por tanto con consistencia al Espíritu Santo...


2. La Palabra de Dios

Parábolas del tesoro, la perla y la red (Mt 13, 44-52)

44 El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

45 El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, 46 que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

47 El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: 48 cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

49 Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50 y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51 ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí».

52 Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

53 Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.


3. La Palabra ilumina

Puesto que el tesoro, que esta escondido bajo las divinas Escrituras, me había sido indicado por un santo hombre, no tarde en levantarme, buscarlo y verlo. Más aún, tras haber invocado a este santo que me ayudara, abandoné cualquier otra actividad de la vida y me fui al lugar donde aquel hombre bueno me había indicado que se encontraba el tesoro, y con gran fatiga y pena, noche y día no paré de excavar y cavar, de echar fuera la tierra y ahondar el agujero, hasta que el tesoro empezó a brillar. Y así lo contemplo ahora completamente desplegado ante mis ojos. Al verlo, no paro de gritar, dirigiéndome a los que no creen y no quieren cansarse excavando: «Venid y ved todos vosotros, que no creéis en la divina Escritura». Hago esto porque creo de verdad a Salomón, que dice: «La aprendí con sencillez, sin envidia la comparto.» (Sab 7,13); por esa razón grito a todos: «Venid y aprended que no solo en el futuro, sino ya ahora, en cualquier parte, se encuentra ante vuestros ojos, en vuestras manos, a vuestros pies, el tesoro inexpresable que está "por encima de todo principado, potestad, poder y señorío"» (Ef 1,21). Venid y creed que este tesoro del que os hablo es la "luz del mundo" (Jn 8,12) .Y no digo esto de mi propia cosecha (cf. Jn 14,10), sino que es el mismo tesoro quien lo ha dicho y lo dice: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), yo soy el grano de mostaza (cf. Mt 13,31) escondido en la tierra (cf. Mt 13,44), soy la perla que los fieles deben comprar (cf. Mt 13,46), yo soy el Reino de los Cielos escondido en medio de vosotros (cf. Lc 17,21; Jn 1,26). También aquí abajo, aunque por naturaleza nada puede contenerme, estoy contenido, no obstante, en vosotros, según la gracia, de invisible me hago visible. Yo soy la levadura: el alma me coge, me pone en su naturaleza, que, al fermentar, se hace enteramente semejante a mí (cf. Mt 13,33). Me he convertido, para mis siervos, en paraíso. Soy la fuente luminosa de la corriente y del río inmortal. Soy el sol que sale a toda hora (Simeón el Nuevo Teólogo)


4. Responde a Dios con tu oración


Dios te bendiga.

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