27 - La parábola del sembrador (Mt 13, 1-23)

 DÍA 27


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

1 Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2 Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.

3 Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. 4 Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron.

5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; 6 pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.

7 Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.

8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.

9 El que tenga oídos, que oiga».

10 Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?».

11 Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.

12 Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

13 Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.

14 Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; 15 porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.

16 Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.

17 En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

18 Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: 19 si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.

20 Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; 21 pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.

22 Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.

23 Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».


3. La Palabra ilumina

El Reino de los Cielos y la Palabra que anuncia su gracia y sus exigencias constituyen verdaderamente una semilla cargada de potencialidad. Jesús ha venido a sembrarla a manos llenas en los surcos de la historia y en los recovecos de cada corazón. Su generosidad nos sorprende, pero es precisamente esta gran generosidad lo que el Señor quiere enseñarnos; a través de la parábola y de su explicación ilumina nuestra misión y nuestra conciencia. Jesús envía a cada uno de sus discípulos a llevar el anuncio del Reino de Dios a los que encuentren en el lugar donde vivan y trabajen. No resulta fácil: por lo general, procedemos al reconocimiento del terreno que nos rodea, es decir, evaluamos si y con quién vale la pena manifestar nuestras convicciones. El Señor nos indica el camino de la gratuidad: la vida que hemos recibido debemos comunicarla a los otros, a todos, aunque solo sea a través de una sonrisa siempre acogedora respecto a los que nos rodean. 

No debemos tener miedo al fracaso de nuestro apostolado, ni a la escasa fecundidad de nuestro testimonio. No nos corresponde a nosotros sopesar los resultados. Se nos exhorta, más bien, a dar, sin cálculo ni exclusiones, sin desánimo ni pretensiones, lo que hemos recibido gratuitamente: el Reino de Dios en nosotros. La parábola del sembrador nos empuja, por consiguiente, hacia los hermanos. Su explicación, sin embargo, nos interroga también personalmente: ¿Qué hemos hecho de la Palabra del Reino sembrada en nosotros? 

Las realidades más preciosas son las más expuestas a las acechanzas del maligno; no podemos dar lo que no hemos recibido y madurado en el fondo de nosotros mismos. Tal vez sepamos muchas cosas en materia de enseñanzas evangélicas, pero acoger la Palabra es mucho más: es cultivar con esmero la semilla de gracia depositada en nosotros, liberando siempre el corazón de la indiferencia que nos aplasta (camino), del estorbo de muchas realidades que nos hacen superficiales (piedras) y del afán por los bienes de este mundo (espinas). Si la Palabra puede crecer en nosotros, uno de sus frutos más hermosos será precisamente la generosidad y la franqueza a la hora del llevar el anuncio del Reino de Dios a los que nos rodean.


4. Ora al Señor


Dios te bendiga

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