30 - Jesús en Nazaret y Herodes y el Bautista (Mt 13, 53 - 14, 12)

 DÍA 30


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Hemos terminado las controversias y las parábolas (Mt 11, 2 - 13, 52). Comenzamos una sección llamada "Jesús y los discípulos" (Mt 13, 53-18, 35)

Jesús en Nazaret y Herodes y el Bautista (Mt 13, 53 - 14, 12)

53 Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

54 Fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? 55 ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 56 ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».

57 Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».

58 Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.

1 En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 2 y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».

3 Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 4 porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 5 Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.

6 El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes,7 que juró darle lo que pidiera.

8 Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

9 El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, 10 y mandó decapitar a Juan en la cárcel.

11 Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. 12 Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús


3. La Palabra ilumina

Hoy, mientras se nos narraba la virtud de Juan y la crueldad de Herodes, se han estremecido nuestros corazones... ¿Qué puede permanecer firme cuando la grandeza de los crímenes hace perecer la grandeza de las virtudes? 

«Herodes -dice el evangelio- había detenido a Juan»: Juan, escuela de la virtud, maestro de la vida, modelo de santidad, vía de la penitencia, disciplina de la fe; Juan, más grande que un hombre, parejo a los ángeles, cumbre de la ley, sementera del Evangelio, voz de los apóstoles, silencio de los profetas, lámpara del mundo, precursor de Cristo, testigo de Dios, instrumento de toda la Trinidad. 

«Lo había encadenado y lo había metido en la cárcel»: Herodes, eres tú quien ha cometido el adulterio, ¿y es Juan el Bautista el que va a la cárcel? Te pregunto: ¿Dónde esta el rostro de las cosas, donde el pudor? Al menos, ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está el hombre? Dónde está lo lícito? ¿Dónde está la ley? Por decirlo de una vez, Herodes, todo se ha confundido, por tus acciones, por tus juicios, por tus órdenes. 

Juan reprende a Herodes con amonestaciones, no con acusaciones; quería corregirle, no hacerle perecer; pero Herodes prefirió perecer antes que volver en sí. La libertad de la inocencia se vuelve particularmente odiosa a quien es prisionero de las culpas. La virtud es contraria a los viciosos, [...] a los crueles les resulta insoportable la compasión, a los impíos la piedad, a los injustos la justicia. El evangelista demuestra esto cuando dice: «Juan decía: "No te es lícito tomar la mujer de Filipo, tu hermano"». Este es el motivo por el que se oponía Juan. El que amonesta ofende a los malvados. Quien reprende a los perversos va contra ellos. Juan decía lo que era según la ley, lo que ayudaba a la salvación; a buen seguro, lo que no estaba inspirado por el odio, sino por el amor: esta es la recompensa que obtuvo de un impío por su piedad.

«Quería matarle -dice-, pero temía al pueblo». Fácilmente se desvía de la justicia quien no teme a Dios, sino a los hombres. Solo el temor de Dios enmienda los ánimos, rechaza los delitos, conserva la inocencia, confiere una constante capacidad de bien (Pedro Crisólogo)


4. Ora con el Señor


Dios te bendiga.

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