15 - La curación de los dos endemoniados de Gandara (Mt 8, 28-34)

 DÍA 15


1. Invoca al Espíritu Santo

Es el que puede ayudarte a entrar en el corazón de Dios, en el corazón de su Palabra


2 Palabra de Dios

La curación de los dos endemoniados de Gandara (Mt 8, 28-34)

28 Llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.

29 Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?».

30 A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo.

31 Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara».

32 Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas.

33 Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.

34 Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.


3. La Palabra que ilumina

Dejémonos guiar por el evangelista Mateo para mantener fija la mirada del corazón en Jesús, Señor de la vida, que baja hoy en campo abierto contra Satanás, que ha convertido los sepulcros en su reino, la violencia homicida y la rabia feroz en sus armas para vejar a dos pobres hombres. Estos salen al encuentro de Jesús y Él los libera, concediendo al maligno trasladarse a una piara de cerdos, para precipitarse después en el abismo.

En efecto, allí donde se encuentra Cristo, no hay espacio para el mal. Esta es la buena noticia que vuelve a dar al hombre la esperanza de la salvación. Sin embargo, tal como dice Juan en el prólogo de su evangelio, el Verbo no fue recibido -más aún, fue obstaculizado-, y no solo por los paganos, sino a menudo también por los que le reconocían como Hijo de Dios.

Jesús —nos enseña este pasaje del Evangelio— es objeto de rechazo cada vez que, como sucede a los gadarenos, le salen al encuentro atraídos por su fama pero no se abren a la alegría de la liberación que Él obra en sus hermanos y que querría obrar también en cada uno de nosotros. Por ella hay que pagar, en efecto, un precio, y no siempre estamos dispuestos a pagarlo. 

Los gadarenos se encuentran precisamente en esta situación. El camino de su territorio —el camino de la salvación— puede ser recorrido de nuevo sin miedo, pero no son capaces de alegrarse de ello; piensan que es mejor vivir entre peligros mortales, con tal de no arriesgarse a sufrir pérdidas económicas. A sus ojos, la vida vale no por lo que es, sino por lo que se posee para gozarla en medio de la abundancia de riquezas puramente materiales.

He aquí la lógica perversa: es mejor no tomar ni siquiera en consideración el soberano poder de Jesús, que es el Hijo de Dios venido a liberar a los hombres. Es mejor alejarle del horizonte, pedirle amablemente que se vaya; es mejor que orar al Padre con las palabras que el mismo Jesús nos enseñó: «Líbranos del mal» (Mt 6,13b). Jesús no se detiene para hacer plegar nuestra mala voluntad. Por esta vez nos deja solos con nuestra mezquina torpeza, pero volverá a persuadirnos. Sin embargo, no lo hará con su poder, sino con la debilidad de un amor crucificado. ¿Sabremos acogerlo al menos entonces?


4. Habla con el Señor

Señor, líbrame de mis demonios que son...


Dios te bendiga.

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