19 - Anuncio del Reino, elección y envío de los discípulos. (Mt 9, 35 - 10, 15)

 DÍA 19


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Anuncio del Reino, elección y envío de los discípulos. (Mt 9,35-10,15)

35 Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; 38 rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Capítulo 10

1 Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.

2 Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; 3 Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. 

5 A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, 6 sino id a las ovejas descarriadas de Israel. 7 Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. 

8 Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis.

9 No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; 10 ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.

11 Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis.

12 Al entrar en una casa, saludadla con la paz; 13 si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.

14 Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.

15 En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra, que a aquella ciudad.


3. La Palabra ilumina

El evangelio no nos comunica, en primer lugar, las enseñanzas de Jesús, sino a Él mismo, a su persona: al escuchar la Palabra, escuchamos su corazón. En este fragmento le hemos seguido en su camino a lo largo de las calzadas de los hombres y hemos captado su mirada posándose ampliamente sobre las multitudes, con una compasión infinita. En efecto, conoce las penas, las fatigas, las esperanzas de cada uno de ellos... Su mirada se vuelve después hacia sus discípulos, a nosotros, para invitarnos a compartir su mismo amor por el hombre.

Jesús nos confía el anhelo de su corazón y nos confía el doble mandato de la oración y de la misión; condición necesaria para ambas es la pobreza del corazón, compuesta de gratitud y de gratuidad. También nosotros hemos sido «ovejas sin pastor»: el Señor ha podido alcanzarnos, cuidarnos, señalarnos el camino de la vida que desemboca en la alegría eterna. Pero quedan muchos hermanos nuestros que vagan todavía sin meta, buscando en vano el consuelo y la felicidad..., y a ellos quiere llegar Jesús a través de los «suyos», es decir, a través de nosotros.

Cada uno de nosotros puede convertirse, con la gracia de Dios, en obrero de su mies; Jesús nos llama junto a sí a cada uno de nosotros, como a los apóstoles, para enviarnos lejos, a distancias que no se miden en kilómetros. ¡Qué lejos puede estar nuestro ambiente de trabajo del Señor! Sin embargo, Él quiere hacernos conscientes de que hemos sido enviados a proponer, no a conquistar. Puede suceder que lo demos todo por lo demás, todo nos había venido de Él y que veamos frustrada nuestra obra. El fracaso no debe detener al discípulo, sino volver a ponerle en camino: la paz de Cristo que lleva a los hermanos le acompañará enseñándole en su intimidad la sabiduría (cf. 50,8) para hacerle cada vez mas sagaz y, al mismo tiempo, sencillo.


4. Habla con el Señor

Dios te bendiga

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