32 - Jesús camina sobre las aguas y las curaciones (Mt 14, 22-36)
DÍA 32
1. Invoca al Espíritu Santo
2. La Palabra de Dios
Jesús camina sobre las aguas y las curaciones (Mt 14, 22 - 36)
22 Enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
23 Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
24 Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
25 A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar.
26 Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
27 Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
28 Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
29 Él le dijo: «Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; 30 pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
31 Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
32 En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
33 Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».
34 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 35 Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos. 36 Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.
3. La Palabra ilumina
Está el mar, está la tempestad. No te queda más que gritar: «¡Señor, que perezco!» (Mt 14,30). Que te presente la mano aquel que camina intrépido sobre las olas; que te levante en tu ansiedad; que, uniéndote a Él, consolide tu seguridad. Que te hable en lo íntimo y te diga: Mira hacia mí; ¿ves lo que he soportado? Tú soportas tal vez a un hermano malvado o a un enemigo exterior, ¿acaso no los he soportado yo? Se estremecían en el exterior los judíos, y en el interior me traicionaba el discípulo. ¿Enfurece, pues, la tempestad? Porque es Él quien salva del miedo y de la tempestad. Tal vez tu barca está siendo sacudida violentamente porque Él duerme en ti. El mar se volvía cada vez más violento; la navecilla en la que viajaban los discípulos se vela sacudida, y Cristo dormía. Por fin, se acuerdan de que dormía entre ellos el dominador y el creador de los vientos. Y entonces se acercaron a Cristo y despertaron. El dio ordenes a los vientos y se produjo una gran bonanza (cf. Mt 8,23-26).
Es natural que tu corazón se turbe si te olvidas de Aquel en quien crees. Tus sufrimientos te parecen intolerables porque no vuelves a pensar en lo que Cristo soportó por ti. Si Cristo no te viene a la mente, es que duerme para ti. Despierta a Cristo, recupera la fe. Cristo duerme en ti si te has olvidado de los padecimientos de Cristo; Cristo vela en ti cuando te acuerdas de ellos. Y cuando hayas contemplado con todo el corazón lo que sufrió, ¿acaso no soportarás también tú de buen ánimo —y hasta alegrándote— tus dolores, al encontrar cierta semejanza entre lo que sufres tú y lo que tuvo que sufrir tu Rey? Así pues, cuando empieces a consolarte y a alegrarte con estos pensamientos, será señal de que él se ha despertado, de que ha dado órdenes a los vientos y se ha producido la bonanza (Agustín de Hipona)
4. Ora con la Palabra
Dios te bendiga.
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