Indulgencia plenaria en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesus

La Iglesia concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, rece públicamente el acto de reparación al Sagrado Corazón de Jesús que comienza con las palabras “Dulcísimo Jesús...” que encontrarás más adelante.

En cualquier otra circunstancia en que se rece esta oración devotamente pero sin las condiciones completas, se concede indulgencia parcial.

Condiciones para ganar la indulgencia plenaria

Para recibir esta gracia espiritual, es necesario:

  1. Rezar públicamente la oración de reparación “Dulcísimo Jesús...”

  2. Confesión sacramental (unos días antes o después).

  3. Comunión eucarística (preferiblemente el mismo día).

  4. Oración por las intenciones del Sumo Pontífice (por ejemplo: Padrenuestro, Avemaría y Gloria).

  5. Exclusión total de todo afecto al pecado, incluso venial.

La indulgencia plenaria puede aplicarse a uno mismo o a un difunto. Solo se puede obtener una por día.



Acto de Reparación al Sagrado Corazón de Jesús

Jesús dulcísimo,
cuya caridad derramada sobre los hombres es correspondida ingratamente con tanto olvido, negligencia y desprecio,
nosotros, arrodillados en tu presencia,
queremos resarcir con especial reverencia
tan abominable desidia e injurias
con que los hombres afligen en todas partes tu amantísimo Corazón.

Sin embargo, recordando que también nosotros, más de una vez,
hemos sido culpables de tan gran indignidad,
e intensamente arrepentidos por ello,
imploramos en primer lugar tu misericordia a favor nuestro,
dispuestos a compensar con voluntaria expiación
no sólo las infamias cometidas por nosotros,
sino también las de aquellos que,
apartándose totalmente del camino de la salvación,
rehúsan seguirte como pastor y guía,
obstinados en su infidelidad
o, conculcando las promesas del bautismo,
han sacudido el suavísimo yugo de tu ley.

Queremos expiar todos estos deplorables delitos
y resarcir cada uno de ellos:
la inmodestia y deshonestidad en la conducta y en el vestir,
tantos lazos de corrupción preparados para las almas inocentes,
los días de fiesta profanados,
las maldiciones proferidas contra ti y tus santos,
las injurias contra tu Vicario y el orden sacerdotal,
el mismo sacramento del amor divino
olvidado o profanado con horrendos sacrilegios,
y finalmente los delitos de las naciones
que se oponen a las leyes y al magisterio de la Iglesia que tú fundaste.

¡Ojalá pudiéramos lavar estos pecados con nuestra propia sangre!
Entretanto, para resarcir el honor divino profanado,
te ofrecemos la satisfacción que tú en otro tiempo ofreciste al Padre en la Cruz
y que renuevas continuamente en el altar,
junto con la expiación de la Virgen María,
de todos los santos y de todos los fieles piadosos.

Prometemos de corazón compensar, en cuanto nos sea posible y con la ayuda de tu gracia,
los pecados pretéritos, nuestros y de los demás,
y tanta falta de amor,
con una fe firme,
con una conducta inmaculada,
con una observancia perfecta de la ley evangélica,
sobre todo de la caridad;
impedir con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti
e incitar a cuantos podamos a tu seguimiento.

Acepta, benignísimo Jesús,
por intercesión de la Virgen María Reparadora,
la ofrenda voluntaria de esta expiación,
y haz que nos mantengamos con toda fidelidad
en tu obediencia y servicio hasta la muerte.

Otórganos el gran don de la perseverancia,
para que todos lleguemos finalmente
a aquella patria donde tú,
con el Padre y el Espíritu Santo,
vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.




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