Oración al final del año

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Al acercarnos al final de este año, elevemos juntos nuestro corazón a Dios, fuente de todo bien. Reconozcamos con agradecimiento su presencia en nuestros días, su misericordia en las pruebas y su luz que guía nuestros pasos.

Podemos ahora hacer un momento de silencio para recordar todos estos momentos, dar gracias, bendecir y pedir misericordia a nuestro Dios por su presencia en este año. Podemos también compartirlo juntos.

En actitud de fe y profunda gratitud, unamos nuestras voces a la Iglesia entera para proclamar la alabanza del Te Deum, dando gracias al Señor que nos ha acompañado y renovando en Él nuestra esperanza para el tiempo que viene.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
1Co 15,55-57

¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado,
y la fuerza del pecado es la ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Responsorio

V/. A ti, Señor, me acojo: No quede nunca yo defraudado.
R/. A ti, Señor, me acojo: No quede nunca yo defraudado.

V/. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
R/. No quede nunca yo defraudado.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. A ti, Señor, me acojo: No quede nunca yo defraudado.

Te Deum

Al recitar juntos esta antigua oración de la tradición cristiana, se concede indulgencia plenaria

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Oración final

Dios eterno,
origen y término de toda vida,
al concluir este año que nos has concedido,
te damos gracias por tus innumerables dones:
por los días de luz y los de prueba,
por la fe que nos sostiene,
y por tu misericordia que nunca abandona.

Concédenos que, al prepararnos a iniciar un nuevo año,
crezcamos en sabiduría y gracia,
abundemos en obras de caridad y justicia,
y seamos en el mundo
signo luminoso de tu amor.

Que todo lo que vivimos y lo que esperamos
sea para gloria de tu Nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

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