1 Orar con la liturgia de Adviento - La oración colecta del 17 de diciembre

Oh, Dios, creador y redentor de la naturaleza humana, que has querido que tu Verbo se encarnase en el seno de María, siempre virgen, escucha complacido nuestras súplicas, para que tu Unigénito, hecho hombre, nos haga partícipes de su divinidad.

La oración colecta de hoy, tomada de la liturgia del Adviento, es una de esas oraciones que encapsula profundamente el misterio que estamos celebrando. El Adviento no solo es un tiempo de espera, sino un tiempo de profundización en lo que significa que Dios se haya hecho hombre. Hoy, nos centramos en un aspecto crucial de este misterio: la Encarnación de Cristo.

Vamos a profindizar la oración para que podamos rezar con mayor profundidad:

1. "Oh, Dios, creador y redentor de la naturaleza humana"

   En este comienzo, se nos recuerda que Dios es el Creador de todo. Él, que creó el universo, la tierra, y al ser humano, no se queda distante de su creación. Sino que, al ser también nuestro Redentor, se une a nuestra humanidad de una manera única: a través de su Hijo, que se hizo hombre. El Creador y el Redentor son el mismo. Esto nos invita a reconocer que no estamos solos en nuestra humanidad, sino que Dios está cerca de nosotros, compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos.

2. Que has querido que tu Verbo se encarnase en el seno de María, siempre virgen

Aquí se habla de cómo Dios, en su amor infinito, quiso hacer carne su palabra, su Verbo eterno, y que esa Encarnación sucediera en el seno de María. María, con su "sí" generoso y su pureza, es la que acoge al Hijo de Dios en su interior. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la disponibilidad de María para hacer la voluntad de Dios, algo que podemos imitar en nuestra vida cotidiana. Así, preguntémonos: ¿Estamos nosotros dispuestos a hacer espacio para Dios en nuestras vidas, como María lo hizo en su corazón?

3. Escucha complacido nuestras súplicas

   Esta parte es una llamada a la oración. Sabemos que Dios, al hacerse hombre, no solo vino para salvarnos, sino que vino para escucharnos. En nuestra debilidad y pobreza, Él escucha nuestras oraciones. Esto nos invita a ser sinceros en nuestra relación con Él. ¿De qué queremos hablar con Dios hoy? ¿Cuáles son nuestras súplicas, nuestros anhelos? El Adviento es el tiempo para traer esos deseos a los pies del Señor, sabiendo que Él está dispuesto a escucharnos con amor.

4. Para que tu Unigénito, hecho hombre, nos haga partícipes de su divinidad.

Finalmente, la oración expresa el deseo de que Jesús, al hacerse hombre, nos haga partícipes de su vida divina. No solo vino a vivir entre nosotros, sino que vino a darnos lo más grande: la posibilidad de compartir su vida, su amor y su gloria. En Cristo, nuestra humanidad, nuestra fragilidad, es elevada a la divinidad. Este es el centro de la esperanza cristiana: la divinización del hombre.

¿Cómo podemos participar más plenamente de esta divinidad hoy? Tal vez haciendo nuestra vida más parecida a la de Jesús, buscando vivir con amor, generosidad y sacrificio.

Reflexión para la oración personal:

Hoy, al orar esta colecta, te invito a que consideres lo siguiente:

1. Reconocer que Dios, Creador y Redentor, ha venido a compartir nuestra humanidad. ¿Cómo puedes hoy ser consciente de que Él está cerca, especialmente en los momentos más difíciles de tu vida?

.2 Haz tus súplicas con confianza. Hoy, Jesús, que es completamente divino y completamente humano, está a tu lado, dispuesto a escucharte. No dudes en pedirle lo que necesites, pero también dale gracias por la salvación que nos ha traído.

3. Recuerda que en Jesús, Dios nos invita a participar de su divinidad. Reflexiona sobre cómo puedes vivir más plenamente esta gracia, permitiendo que su amor transforme tu vida.

Al final, cada parte de esta oración nos invita a vivir más profundamente el misterio de la Encarnación. El Verbo se hizo carne para que nosotros, hoy, podamos ser más como Él y acercarnos más a su amor eterno. Que este Adviento nos prepare para recibirlo con un corazón limpio y lleno de esperanza. Amén.

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