Semana Santa: 3. Misa crismal
3. MISA CRISMAL
El tiempo de Cuaresma se prolonga hasta la mañana del Jueves Santo, en que tiene lugar la Misa Crismal. Esta celebración antiquísima en la Iglesia, en que se bendicen los óleos de los catecúmenos y enfermos y se consagra el Crisma, ha sufrido un cambio con la reforma litúrgica. Ante la creciente secularización de los presbíteros, el Papa Pablo VI consideró muy oportuno introducir la renovación de las promesas sacerdotales, que incluía el rito ambrosiano, bien conocido por él, que había ocupado la sede de Milán. Sin embargo, es la fiesta del pueblo sacerdotal. Cada Pascua todo es nuevo; también se renuevan los óleos y el Santo Crisma, que se administra en los sacramentos que se reciben una sola vez e imprimen carácter y se utiliza en la dedicación de iglesias y altares.
En la antigüedad, en San Juan Laterano en la mañana del Jueves Santo, el Papa celebraba la Misa de la Cena del Señor, única Eucaristía, y en el transcurso de la misma bendecía los óleos (Sacramentario Adrianeo nn.328-337). Asimismo, el Gelasiano Vetus es testigo de las tres celebraciones de la Misa que tenían lugar también en la mañana del jueves en las iglesias de los Títulos: una para reconciliar a los penitentes (nn.349-363), otra para bendecir los óleos (nn. 375-390) y otra para conmemorar la institución de la Eucaristía (nn.391-394).
En la Misa Crismal se evidencia la unidad del presbiterio diocesano en torno al obispo. Asimismo, de todo el pueblo de Dios con sus pastores. Se trata de una celebración eminentemente sacerdotal que subraya la fuerza de la vida cristiana. Recomendamos leer las rúbricas n. 2-5 de esta celebración, donde encontramos una hermosa síntesis del significado de cada uno de los óleos y Crisma.
Subrayamos la importancia del Crisma, que no es bendecido, sino consagrado. Solo el obispo puede hacerlo. En el caso de los óleos, aún bendiciéndolos el obispo en esta celebración, el presbítero ad casum podría bendecirlos y administrarlos solo en esa ocasión. No así el Crisma. Este será el argumento fuerza en Oriente para que toda la iniciación cristiana sea administrada tanto por el obispo como por sus presbíteros. El hecho de bendecirlo solo el obispo salvaguarda la apostolicidad; no ocurre esto en Occidente, donde se salvaguarda teniendo en cuenta que solo el obispo es el ministro ordinario. Por eso, el Vaticano II, para unir ambas tradiciones, prefiere hablar de ministro originario del Sacramento (LG 26).
Después de la homilía tiene lugar la renovación de las promesas sacerdotales. A continuación, se presentan las ofrendas en este orden: los perfumes, los óleos (en una vasija el de los catecúmenos, en otra el de los enfermos, y, finalmente, el del Santo Crisma), por último, el pan y el vino. Al llegar ante el obispo lo presentan diciendo en voz alta lo que van a contener dichas vasijas después de la bendición o consagración: Óleo para los catecúmenos...
Hay dos momentos en los que se pueden bendecir los óleos y consagrar el Crisma. El primero sería después de la presentación de dones, en este orden: enfermos, catecúmenos, Santo Crisma. O a lo largo de la celebración: al final de la Plegaria eucarística, antes de la doxología, el de enfermos; una vez recitada la oración después de la comunión: el de los catecúmenos y el Santo Crisma.
Óleo de los enfermos
El óleos de los enfermos es el primero en ser bendecido. La invocatio de la oración llama a Dios Padre de todo consuelo y hace una anamnesis cristológica: has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo. Explicita el sentido del aceite como signo de vigor (Is 1,6; Lc 10,34). Y señala los dos fines del sacramento de la Unción de enfermos: la sanación (divina protección y alivio) del cuerpo y del alma en este orden, tal y como señala Santiago en su carta (5, 15).
Óleo de los catecúmenos
En la bendición del óleos de los catecúmenos se invoca a Dios como fuerza y defensa de su pueblo y se pide que este óleo conceda a los catecúmenos: en primer lugar, aumento del conocimiento de las realidades divinas; en segundo, valentía en el combate de la fe. Ambos dones están presentes en el sentido de la unción catecumenal, que nos une con Cristo y nos hace vivir más hondamente su evangelio, luchando contra el demonio y sus engaños. De hecho, en el Bautismo de niños, esta unción sigue al exorcismo.
Santo Crisma
Por último, encontramos la consagración del Crisma. Su nombre viene de Cristo, tal y como señala la epíclesis consecratoria. Como ya señalamos lo confecciona únicamente el obispo. Aquellos que lo reciben quedan configurados con Cristo ontológicamente. En el Bautismo como sacerdotes, profetas y reyes; en la Confirmación llevando la plenitud lo ya recibido en el Bautismo; en el Orden sacerdotal se configuran con Jesucristo, cabeza, víctima y pastor. Cuando se dedica un altar o iglesia se constituyen en signo de Cristo.
La mezcla con perfume, que realiza el obispo, nos recuerda el buen olor del Resucitado, tal y como veremos en el rito sobre el cirio pascual; así, los cristianos tenemos que ser buen olor de Cristo, presencia viva del Resucitado por nuestras buenas obras (cf. 2Cor 2,15). Además, el gesto epiclético de soplar sobre el Crisma, antes de su bendición, evoca la creación del hombre (cf. Gén 2,7). Ciertamente el Crisma va a obrar algo nuevo en cuantos sean ungidos por el Espíritu Santo.
La oración es tremendamente rica. Hace una anamnesis de la historia de la salvación. Desde la creación, el diluvio, deteniéndose en la unción de David, en la que Moisés realiza sobre su hermano Aarón. Estos dos últimos son prototipos del gobierno y el culto, tal y como encontramos en las anamnesis de la oración consecratoria de presbíteros.
El significado de la unción halló su plenitud en el Jordán, donde Cristo fue Ungido por el Espíritu Santo. De esta escena hace anamnesis la plegaria. Luego pasa a la epíclesis, donde se pide que descienda la fuerza del Espíritu Santo y haga de este Crisma sacramento de la plenitud de la vida cristiana. Asimismo, recuerda la triple configuración con Cristo por el Espíritu: sacerdotes, profetas y reyes.
La unción de la que se habla cumple las profecías que anunciaban que el Espíritu reposaría sobre el Mesías (Is 11,2; Lc 4,16-22), pero no solo sobre él, sino sobre todo el pueblo mesiánico (Ez 36,25-27), aquellos que se abran a la promesa y acojan la Persona de Jesucristo (Jn 3,5-8; 7,37-39).
Para preparar los textos de la Liturgia de la Palabra: http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2016/02/leccionario-ii-jueves-santo-misa-crismal.html
Para preparar la celebración:
http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2017/04/misal-romano-tercera-edicion-jueves.html
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