57 - Reprimenda y lamento de Jerusalén (Mt 23, 1-39)

 DÍA 57


1. Invoca al Espíritu Santo

Es el Espíritu el que hace que está palabra que vas a leer no esté muerta, sino que sea viva y eficaz, es el Espíritu el que hace que esta Palabra entre en tu corazón y lo transforme.


2. La Palabra de Dios

Reprimenda y lamento de Jerusalén (Mt 23, 1-39)

1 Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, 2 diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos:

3 haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

4 Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

5 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; 6 les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; 7 que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí.

8 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. 10 No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

11 El primero entre vosotros será vuestro servidor. 12 El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Contra los escribas y fariseos

13 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.

14 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis la hacienda de las viudas, so capa de largas oraciones: por eso tendréis una sentencia más rigurosa».

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros!

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”!

17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?

18 O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda?

20 Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; 21 quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; 22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; 28 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, 30 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”!

31 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas.

32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna?

34 Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad.

35 Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

36 En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación».

37 «¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido.

38 Pues bien, vuestra casa va a quedar desierta.

39 Os digo que a partir de ahora no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».


3. La Palabra ilumina

La reprimenda contra la hipocresia de los maestros de la ley y los fariseos es un aviso severo y acongojado que Jesús dirige a sus discipulos, a nosotros. La ambición, la vanagloria y el formalismo constituyen, en efecto, la carcoma que puede corroer las más nobles intenciones de servicio al Señor y a los hermanos. Si dejamos espacio a estas tendencias, el culto se convierte en idolatría del yo, la interpretación de la Palabra se pliega a los propios fines y el cumplimiento escrupuloso de algunos preceptos puede cubrir la transgresión de mandamientos mucho más importantes.

Jesús nos invita vigorosamente a la autenticidad, es decir, a la humildad, que es la única que nos guía a reconocer con alegre libertad de corazón la nada que somos y el todo que recibimos en cada instante del único Padre del cielo, del único Maestro, Cristo. Ser el siervo de todos, con el deseo de configurarse con Jesús, Siervo sufriente por nuestra salvación: ese es el imperativo para quien ejerce una autoridad en la Iglesia.

El cristiano que aspira a crecer y a progresar debe tener muy claro que la grandeza del discipulo no será diferente a la de su Maestro, que eligió para sí el último sitio y llevó a cabo su misión en medio de la ignominia y con un aparente fracaso. 

El Evangelio nos encuentra siempre faltos y necesitados de conversión; precisamente por eso se nos ofrece, para que podamos dirigir de nuevo la mirada a nuestro Salvador, desenmascarando las ambiciones y las modalidades de hipocresía que se insinúan también en nosotros, discípulos que querrían hacerse pasar por maestros sin haber abrazado todavía la cruz, sin haber emprendido todavía el camino del servicio hasta la consumación del don de nosotros mismos en la caridad.


4. Dialoga con el Señor

¿Qué me sorprende de esta Palabra? ¿Dónde me delata? 

Señor, ayúdame a ser un instrumento tuyo.


Dios te bendiga.

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