52 - Los viñadores homicidas (Mt 21, 33-45)

DÍA 52


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Los viñadores homicidas (Mt 21, 33-45)

33 Escuchad otra parábola: «Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. 

34 Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. 35 Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

36 Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.

37 Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.

38 Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. 39 Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

40 Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

41 Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

42 Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?

43 Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. 44 Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y a aquel sobre quien cayere, lo aplastará».

45 Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. 46 Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.


3. La Palabra ilumina

La llamada parábola de los «viñadores rebeldes u homicidas» se presenta como una amplia composición insertada en los tres evangelios sinópticos (Mateo, Macos, Lucas) en el ámbito de la confrontación entre Jesús y las autoridades judías en Jerusalén. En ella podemos distinguir dos momentos: la parábola propiamente y su aplicación, que se resiente de sucesivas lecturas ligadas al misterio de Cristo y a la situación eclesial. 

Jesús sabía que, como enviado definitivo de Dios, habría de padecer la suerte de los profetas enviados antes: ser ignorado, perseguido y muerto. La parábola se abre con una referencia a la alegoría de Isaías sobre la viña (Is 5,1-7), donde se recuerda la historia de la Alianza de Dios con su pueblo obstinadamente infiel, a pesar de las repetidas invitaciones a la conversión y los numerosos momentos de reconciliación y de perdón (cf. Jr 7,24ss; 9,13ss). Después de haber enviado a sus profetas, Dios envió, por último, a su propio Hijo máximo don al que podía llegar—, pero también Él fue rechazado y asesinado.

Jesús, al pronunciar esta parábola ante las autoridades religiosas del judaísmo, denuncia la grave responsabilidad en la que incurren por el rechazo que opusieron a su misión. El Reino de Dios se hace presente a través de la persona y de la acción de Jesús: rechazarle significa rechazar la salvación. Los labradores de la viña representan claramente a los jefes de los judíos, y los siervos simbolizan a los profetas. Jesús mismo se considera el último enviado, el Mesías, al que está reservada la suerte de los profetas. En este punto, el evangelista Mateo amplía la lectura de la parábola con una pregunta (v. 40) que introduce la condena inexorable de los viñadores homicidas y el arriendo de la viña a otros que den buenos «frutos». Se trata del nuevo «pueblo» mesiánico fundado sobre la piedra angular que es Cristo resucitado, que incluye tanto a los judíos como a los paganos. La valoración de los «frutos» en el Reino y esto vale también para los lectores cristianos pno se hace sobre la base del pueblo de pertenencia, sino sobre la base del amor, voluntad suprema del Padre.


4. La Palabra tiene una respuesta...

Quizás no soy como estos viñadores, pero ¿donde están mis malas acciones? 

Pero... no me quedo ahí, hay Alguien que viene a restaurar mi pecado, quiere hacer en mi vida un "milagro patente". Y este lo hace también, a través del sacramento de la confesión.

¿Hace cuánto no acudes a su gracia?

Mi vida es como esa viña. ¿Cuido de ella? ¿Reconozco que los frutos no son míos sino que un día vendrá el Dueño, que es el Señor, y me pedirá cuentas? 


Dios te bendiga.

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