56 - El mandamiento más importante; el Mesías y David. (Mt 22, 34-46)

 DÍA 56


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

El mandamiento más importante; el Mesías y David. (Mt 22, 34-46)

34 Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar

35 y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».

37 Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. 38 Este mandamiento es el principal y primero.

39 El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 40 En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

41 Estando reunidos los fariseos, les propuso Jesús una cuestión: 42 «¿Qué pensáis acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?». Le respondieron: «De David».

43 Él les dijo: «¿Cómo entonces David, movido por el Espíritu, lo llama Señor 44 diciendo: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies”? 45 Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?».

46 Y ninguno pudo responderle nada ni se atrevió nadie en adelante a plantearle más cuestiones.


3. La Palabra ilumina

Mateo inserta la discusión sobre el mandamiento más importante de la ley en el contexto de la polémica acontecida en Jerusalén con los jefes del pueblo. Las diversas facciones, divididas por motivos religiosos y políticos, concordaban en la oposición a Jesús y se aproximan en el intento de cogerle en fallo (vv. 34s). Así pues, los fariseos se reunieron para plantear una cuestión controvertida, cuya respuesta habría de dejar, inevitablemente, descontenta a una parte del auditorio. En efecto, en aquella época se distinguían 613 preceptos en la ley; de ellos, 365 eran negativos y 248 positivos. Si bien se reconocía que lo esencial estaba en el mandamiento del amor a Dios, proclamado varias veces al día en la oración de Shemá (Dt 6,5-9), se atribuía, no obstante, a otros mandamientos la misma importancia, y los rabinos más rígidos rechazaban incluso la distinción entre preceptos mayores y menores. 

La respuesta de Jesús es, una vez más, clara, perfectamente insertada en el surco de las Escrituras y, sin embargo, sorprendente: existe una jerarquía entre los mandamientos, y el del amor a Dios es el primero absolutamente. Sin embargo, «el segundo es semejante a este» (v. 39), es decir, que lo reproduce en el plano de la convivencia humana, comprobándolo en la práctica. Estos son los dos pilares que sustentan las Escrituras. Tras haber respondido a las diferentes cuestiones suscitadas por los adversarios, Jesús plantea, a su vez, una pregunta inquietante, una pregunta que pone en crisis la concepción corriente del Mesías como descendiente de David destinado a una realeza político-militar. 

Jesús, adoptando el estilo característico de las discusiones rabínicas, demuestra que el Mesías no puede tener un origen y una misión puramente humanos (v. 45). El silencio de los fariseos es la respuesta más elocuente a la pregunta de Jesús.


4. Dialoga con el Señor

¿Me doy cuenta de los signos de amor de Dios en mi vida? ¿Cómo respondo a ellos?

Amar a Dios y amar al prójimo es el objeto de mi misión.


Dios te bendiga.

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