51 - Parábola de los dos hijos (Mt 21, 28-32)
DÍA 51
1. Invoca al Espíritu Santo
2. La Palabra de Dios
Recuerda leer con tranquilidad no se trata de cumplir sino de que la Palabra de Dios cale en tu corazón como las gotas de agua que caen sobre un mismo sitio y con el tiempo van calando y van entrando hasta lo más profundo.
Parábola de los dos hijos (Mt 22, 28-32)
28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.
29 Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.
30 Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
31 ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios.
32 Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
3. La Palabra ilumina
El evangelio nos presenta, una vez mas, a un padre con dos hijos. No supone ningún trabajo ver detrás de este padre al único Padre verdadero, que casi parece suplicar a sus hijos para que vayan a trabajar en la viña. Hoy queremos contemplar con amor a este padre que tanto debe sufrir a causa de sus hijos. Uno le dice que sí, pero no hace lo que le dice; el otro, aunque cumple la voluntad de su padre, le ofende antes, presentándole una negativa tal vez no demasiado elegante. Pobre padre... pero, sobre todo, pobres hijos, que no son capaces de amar a un padre así.
¿Quién de nosotros no se reconocería en estos dos hermanos siempre «desplazados» respecto al deseo de un padre tan bueno? Ahora bien, sabemos que mientras todos nosotros somos esos desastres de hijos, el Padre tiene otro Hijo: Jesús. El no dijo «sí» y «no»; en el solo hubo «sí» (cf. 2 Cor 1,19). Vino a trabajar en la viña de su Padre de buen grado, sin ninguna duda, y cumplió perfectamente su voluntad incluso cuando hubo de reconocerse —en el huerto de los Olivos— como racimo maduro destinado a ser exprimido hasta la última gota de sangre. Este es el precio que pagó, para que todos nosotros recuperáramos la posibilidad de llegar a ser verdaderos hijos capaces de pronunciar un «si» sin desmentido.
4. Dialoga con el Señor
¿Cómo es mi disposición a trabajar para el Señor?
Dios te bendiga.
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