50 - La higuera y la autoridad de Jesús (Mt 21, 18-27)

 DÍA 50


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

La higuera y la autoridad de Jesús. (Mt 21, 18-27)

18 De mañana, camino de la ciudad, tuvo hambre. 19 Viendo una higuera junto al camino se acercó, pero no encontró en ella nada más que hojas y le dijo: «¡Que nunca jamás brote fruto de ti!». 

E inmediatamente se secó la higuera. 20 Al verlo los discípulos se admiraron y decían: «¿Cómo es que la higuera se ha secado de repente?».

21 Jesús les dijo: «En verdad os digo que si tuvierais fe y no vacilaseis, no solo haríais lo de la higuera, sino que diríais a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y así se realizaría.

22 Todo lo que pidáis orando con fe, lo recibiréis».

23 Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

24 Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto.

25 El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». 

Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”.

26 Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».

27 Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.


3. La Palabra ilumina

El Evangelio no deja nunca de sorprendernos. Hoy Jesús, viajero madrugador, se detiene con mucha hambre ante una higuera y busca algo con que saciar su hambre. Allí está la higuera, lozana de hojas. Pero el Señor no encuentra frutos. Él está frente a nosotros porque se trata de nosotros con la humilde condición de quien está necesitado. Quisiera encontrar algo que le pudiera ser agradable, pero nosotros, con toda nuestra hermosa apariencia, no le ofrecemos precisamente nada...

La maldición de Jesús suena demasiado dura a los oídos de nuestro corazón, pero ¿no debería sonarnos todavía más inconcebible nuestra indiferencia cuando decepcionamos a un Dios que se hace mendigo de nuestra dulzura? ¿Se trata acaso de una estación en la que podemos permitirnos dejarle marcharse lejos de nosotros, decepcionado, porque no hemos dado fruto? Sin embargo ¿cómo no comprenderlo?, la historia no termina con la maldición, porque Él es Dios y no hombre. Del mismo modo que asumió nuestra pobreza para enriquecernos con su divina riqueza, así ahora se va, decidido a convertirse Él mismo en el fruto que cuelga del árbol, a fin de que ya nadie se encuentre en un leño estéril presagio de muerte.

«Que nunca más brote de ti fruto alguno» (v. 19): estas palabras, más penetrantes que una espada de doble filo, se revelan aún, a la luz de la pasión, como palabras de amor y no de castigo, como palabras que llevan a cabo un «cambio maravilloso»: asumen nuestra esterilidad radical y nos ofrecen el fruto de la eterna fecundidad. El Señor que «hiere, pero venda la herida; golpea, pero cura con su mano» (Job 5,18) nos indica el camino para salir de nuestra miseria mortal: la fe que se convierte en oración confiada e incesante. La petición de un corazón creyente nunca quedará defraudada. ¿Qué podríamos pedir, por tanto, sino permanecer siempre en Él, en su amor, y ser discípulos suyos, para dar frutos en abundancia y dar gloria al Padre? (cf. Jn 15,1-8).

Ya hemos descubierto en este camino como Jesús tiene una autoridad distinta a la de los maestros, a la de los reyes o cualquier otra autoridad. La autoridad de Jesús es muy original y única. Esto es porque no es una autoridad terrenal, sino del cielo, y porque está fundamentada en la pasión de Dios por el hombre. Por eso les incómoda tanto a los sumos sacerdotes y a los ancianos, porque es una autoridad no impositiva sino de propuesta desde el amor.


4. Dialoga con el Señor

Los frutos crecen por obra de Dios, pero... ¿Permaneces en Cristo y en su amor para dar frutos en abundancia? ¿Cómo son los frutos de mis acciones? ¿Están llenos de amor y caridad o de ego e interés personal?


Dios te bendiga.

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