49 - Entrada triunfal y los vendedores del templo (Mt 21, 1-17)

 DÍA 49


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Entrada triunfal y los vendedores del templo (Mt 21, 1-17)

1 Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos 2 diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis. 3 Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».

4 Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta: 5 «Decid a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila”».

6 Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: 7 trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. 

8 La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. 9 Y la gente que iba delante y detrás gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».

10 Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: «¿Quién es este?».

11 La multitud contestaba: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».

12 Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas.

13 Y les dijo: «Está escrito: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”».

14 Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los curó.

15 Pero los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron 16 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». 

Y Jesús les respondió: «Sí; ¿no habéis leído nunca: “De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza”?».

17 Y dejándolos salió de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.


3. La Palabra ilumina

Hay momentos y podría ser ahora en los que Jesús, queriendo cumplir la misión que le había confiado el Padre, viene a tomar posesión de nosotros, su ciudad santa. No se presenta con poder o con suntuosidad, pero avanza decidido. Dichosos nosotros si somos capaces de reconocerle y aclamarle: «Jesús, ten piedad de mí y sálvame». 

Jesús entra hasta el fondo de nuestro corazón y desea quitar de él todo lo que le impide ser templo del Espíritu y casa de oración para su Padre. ¡Cuántos apegos desordenados, cuántos afectos mal dispuestos, cuántos regateos aceptamos en nosotros! El cristiano alguien que en virtud del bautismo no se pertenece a sí mismo, sino a Cristo debería tender a lo que es esencial, a la unificación interior, a la sencillez. En una palabra: debería desear únicamente amar a Dios con todo su corazón y todas sus fuerzas, y amar a las criaturas solo en Él y por Él, solo con espíritu de humilde servicio y no por ansia de poder o de placer.

Acojamos sin temor a Jesús como Señor absoluto de nuestro corazón y dejemos que, con el poder de su Espíritu, nos consagre de nuevo totalmente a Él. Sin sus visitas de gracia ni siquiera nos daríamos cuenta de que mucho de lo que nos parece dirigido a su gloria no sirve, en realidad, más que para hacer un gran mercado dentro de nosotros... No nos sustraigamos a todo lo que puede iluminar dentro de nosotros y ofrezcamos el criterio adecuado de discernimiento. No es preciso esperar acontecimientos extraordinarios: el evangelio, leído y meditado a diario, es visita de gracia, como también lo son los sacramentos de la reconciliación y, en grado máximo, el de la Eucaristía. 

Si bien la purificación es y no puede ser de otro modo dolorosa, solo el corazón purificado conoce la alegría pura de la infancia espiritual, la mirada transparente y límpida que nos hace gritar con exultación: «¡Hosanna al Hijo de David!» es decir: «Sálvanos, oh hijo de David! Sálvanos, oh Altísimo!».


4. Dialoga con el Señor

¿Qué sucede cuando dejo que Cristo entre en mi vida? ¿De qué lugares, espacios y momentos de mi vida no permito a Jesús que forme parte?


Dios te bendiga.

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