44 - Pregunta sobre el divorcio. La continencia voluntaria. Jesús y los niños (Mt 19, 1-15)

 DÍA 44


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Comenzamos una nueva sección del Evangelio de Mateo, en Jerusalén y el discurso escatológico los capítulos 19 al 25.

1 Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

2 Lo seguía una gran multitud y él los curaba allí.

3 Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?».

4 Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, 5 y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? 6 De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

7 Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y repudiarla?». 

Él les contestó: 8 «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. 9 Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer no hablo de unión ilegítima y se casa con otra, comete adulterio».

10 Los discípulos le replicaron: «Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse».

11 Pero él les dijo: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. 12 Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda».

13 Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.

14 Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».

15 Les impuso las manos y se marchó de allí.


3. La Palabra ilumina

El capítulo 19 se abre con una escena particularmente emblemática: mientras Jesús, rodeado de una enorme muchedumbre, se ocupa de curar a los enfermos, se le acercan algunos fariseos para ponerle una «pregunta trampa» a propósito de una controvertida cuestión rabínica sobre el divorcio. Dentro de la vida judía existía el exponente de la escuela rigorista, que admitía la posibilidad de disolver el matrimonio solo en caso de adulterio; otros se inclinaban a permitirlo «por cualquier motivo». 

Jesús, en vez de insertarse en una de las dos escuelas, ofrece, también en este caso, una respuesta nueva, abre una perspectiva que no admite ambigüedad o componendas: al mismo tiempo que reafirma con vigor el principio de la indisolubilidad del matrimonio, va más allá de lo que había concedido Moisés en la ley «por vuestra incapacidad para entender». Jesús, remontándose al proyecto originario de Dios, afirma con absoluta claridad que el hombre y la mujer unidos en matrimonio forman, por voluntad divina, «una sola carne» (cf. Gn 2,24). En consecuencia, el divorcio es siempre una opción humana que se opone al designio divino. Frente a la turbación de los discípulos por la severidad de la ley matrimonial propuesta por el Maestro, Él no mitiga sus palabras. Así las cosas, concluyen que es mejor no casarse, y Jesús pronuncia unas palabras cargadas de misterio: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don» (v. 11).

El texto de controvertida interpretación, seguramente arcaico y pronunciado por Jesús, está claro en su significado fundamental. Hay tres tipos de personas que no se unen en matrimonio: los inhábiles para él por malformación física, los que se han vuelto tales por obra de hombres y, por último, los que optan voluntariamente por renunciar al matrimonio para dedicarse con corazón indiviso y con todas sus fuerzas a Dios y a la difusión de su Reino.

Comprender la belleza de la virginidad y de la castidad consagradas es puro don del Padre, que «ha escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las ha dado a conocer a los sencillos» (Mt 11,25). Esa es la razón por la que Jesús invita a los discípulos a hacerse como niños: solo así tendrán la pureza necesaria para acoger el Reino de los Cielos como don gratuito y la frescura para responder al don con la entrega total del propio ser.


4. Dialoga con el Señor

Señor Jesús inunda nuestro corazón con tu Espíritu Santo para que acallemos las complicaciones que generamos y que estemos disponibles a la gracia y al don que nos das para vivir nuestra propia vocación.


Dios te bendiga.

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