47 - Tercer anuncio de la muerte y resurrección y la madre de los Zebedeos (Mt 20, 17-28)

 DÍA 47


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Tercer anuncio de la muerte y resurrección y la madre de los Zebedeos (Mt 20, 17-28)

17 Mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:

18 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte 19 y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.

21 Él le preguntó: «¿Qué deseas?». 

Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

22 Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron: «Podemos».

23 Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

24 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. 

25 Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. 26 No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, 27 y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. 28 Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».


3. La Palabra ilumina

También nosotros somos hijos de Zebedeo. Somos también como Juan y Santiago, que piden ser los primeros, que piden a quien tenga poder que les haga surgir de la prisión del anonimato, que piden ser alguien. Todos somos hijos de Zebedeo en busca de puestos de prestigio y todos esperamos ser estimados, admirados, aplaudidos, más que ser justos y bondadosos; preferimos ser hombres de primeros puestos antes que hombres de las bienaventuranzas.

En cuanto se constituye un grupo, en cuanto se reúnen dos o tres, inmediatamente se plantea la pregunta: «¿Quién es el primero?, y es preciso ajustar las cuentas con esta ansia, con esta voluntad de poder. Los discípulos entran en un conflicto de poder. Nosotros, a nuestra vez, entramos en conflicto con la vida para emerger. Todos tenemos necesidad de estima y de aprecio para dar lo mejor de nosotros mismos. Pero aquí Jesús toca una cuerda más profunda y más oscura de nuestro corazón: necesitamos imponernos, seducidos, como Santiago y Juan, por el amor al poder. «Quien quiera ser el primero», dice Jesús, y no condena la ambición de tener éxito. 

Nosotros debemos tener éxito en la vida. Pero Él le da un vuelco al camino. El poder se adquiere con la debilidad. El poder viene del servicio. El primer puesto se conquista con la cruz, con la entrega. Lo que cuenta para los primeros puestos en el Reino es la capacidad de acercar los labios a la copa de Jesús y ser bautizados en la sangre de su cruz.

Es la copa de la vida entregada, de la vida recuperada. Es la copa del grano de trigo que se anula porque cree en la vida que renace de la oscuridad de la tierra y de la muerte. Es la copa de quien ama sin esperar premio, de quien ama hasta perderse, de quien ama el primero.


4. Dialoga con el Señor


¿Qué ha sucedido cuando has alcanzado una meta con una vida entregada y sincera? ¿Y cuando lo has hecho con doblez o con ambición humana? Pide al Señor buscar siempre su copa.


Dios te bendiga.

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