42 - La oveja perdida y la corrección fraterna (Mt 18, 10-20)

 DÍA 42


1. Invoca al Espíritu Santo


2. Lee la Palabra de Dios

La oveja perdida y la corrección fraterna (Mt 18,10-20)

10 Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial.

11 Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido. 

12 ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida?

13 Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

14 Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños.

Conflictos en el seno de la comunidad

15 Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

16 Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

17 Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.

18 En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.

19 Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».


3. La palabra ilumina

Es difícil que hoy no haya alguna persona presa de angustia por alguna persona querida que se interna de una manera desconsiderada por un camino de muerte. Son demasiadas las asechanzas y demasiado frágiles las personas para conseguir resistir al choque de tantas seducciones nefastas que proceden del mundo.

Tal vez nosotros mismos hemos experimentado lo fuertes que son las tentaciones y, por eso, podemos comprender lo que significa ser la oveja perdida buscada con amor y reconducida al redil. Ahora bien, todos estamos llamados también a convertirnos, para los hermanos, en el «buen pastor» que, sin perder tiempo en realizar grandes disquisiciones sobre los males de la sociedad, sale de casa y va en busca del que ya no consigue encontrar el camino de retorno. Sabemos muy bien, en efecto, que, con frecuencia, después de clamorosos alejamientos del que ha querido irse, en el corazón del que se ha quedado solo se excava una nostalgia atormentadora de la casa común en la que el Padre y los hermanos viven juntos en paz. El evangelio nos dice claramente que quien debe dar el primer paso, incluso mil, infinitos, pasos de amor, es el pastor y no la oveja perdida. 

Hoy, en nuestro mundo tecnológico, la imagen bucólica del rebaño y de los verdes pastos sobre los montes de Israel ha dejado el sitio a muchos lugares miserables en los que todo habla de angustia y desolación, de soledad y de abandono; pero es precisamente ahí donde cada uno de nosotros debe ir si no quiere convertirse en un Caín que se niega a «custodiar» a su hermano cuando, en realidad, ya lo ha matado con su indiferencia. Todos, de muchos modos, debemos ocuparnos los unos de los otros, para que en la fiesta del Reino -que comienza desde ahora no haya sitios vacíos. Jesús, el manso Pastor, ha venido a enseñarnos que la alegría solo existe cuando al rebaño no le falta ni siquiera aquella ovejilla que quería perderse.


4. Dialoga con el Señor


Dios te bendiga.

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