40 - El impuesto del templo (Mt, 17, 24-27)
DÍA 40
1. Invoca al Espíritu Santo
Puede servirte la siguiente invocación:
Ven, Espíritu Santo, ora, obra y habla en nosotros como conviene.
2. La Palabra de Dios
El impuesto del templo (Mt, 17, 24-27)
24 Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?».
25 Contestó: «Sí».
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?».
26 Contestó: «A los extraños».
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. 27 Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti»
3. La Palabra ilumina
Un simple hecho de la vida cotidiana, aparentemente trivial, si no incluso molesto, se transforma por obra de Jesús en una enseñanza sublime sobre nuestra extraordinaria dignidad. También nosotros, como Pedro, intentamos eliminar muchas veces lo más pronto posible una situación fastidiosa, sin hacernos demasiadas preguntas. Jesús, en cambio, invita a la reflexión: «¿Qué te parece?» Dejemos que nos interrogue, que nos haga «razonar».
Todo cambia entonces de perspectiva; hasta pagar los impuestos se convierte en ocasión y en fuente para penetrar más a fondo en el misterio de nuestra verdadera identidad. Como bautizados, ahora somos miembros de Cristo, hemos sido hechos hijos de Dios habitados por el Espíritu Santo, que es fuente de auténtica libertad en nosotros. Nuestra vida ha sido transfigurada de una manera radical y total, y esto debe ser visible en toda su manifestación.
Esa es nuestra tarea cotidiana: hacer aparecer en el exterior la realidad divina que habita en nosotros. Todo lo que somos y lo que hacemos lleva el sello de la vida nueva que el bautismo comporta. Si cooperamos activamente con la gracia, podemos dar abundantes frutos de bien; si por mala voluntad oponemos resistencia, la semilla de eternidad que hay en nosotros nos hará sentir sus propias exigencias y nos atormentará.
Ninguna condición exterior podrá violar o menoscabar jamás la profundidad de nuestra conciencia: el Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones nos guía a la verdad completa y nos hace capaces también de padecer el martirio, con tal de no despreciar el Evangelio. Con Jesús nos es posible ser libres incluso encadenados, y es posible permanecer sometidos con una libertad soberana al último hombre de la tierra. Con Jesús somos libres con esa libertad que nos hace capaces de elegir el último puesto por amor y preferir a los otros por encima de nosotros mismos, siempre y únicamente por amor. Lo importante es que el corazón se entregue por completo a aquel que es amor y que, amando, se puso a los pies de todos. Esto es necedad y esclavitud a los ojos del mundo, mas, para quien ama, ¿qué libertad es más grande que esta?
4. Dialoga con el Señor
Renueva en mi Señor el don del bautismo.
Dios te bendiga.
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