46 - Los obreros de la última hora (Mt 20, 1-16)

 DÍA 46


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Los obreros de la última hora (Mt 20, 1-16)

1 Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. 2 Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

3 Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4 y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. 

5 Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

6 Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

7 Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”.

8 Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. 

9 Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

10 Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. 11 Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: 12 “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

13 Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? 14 Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. 15 ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».


3. La Palabra ilumina

Al responder a Pedro, que le había preguntado lo que recibirá el que lo deja todo para seguirle, había dicho Jesús: Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi causa, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» (Mt 19,29).

La palabra de los obreros enviados a trabajar en la viña propia de Mateo se conecta idealmente con esa enseñanza y le da una mayor hondura. Lo que da el Señor nunca debe ser considerado como un “derecho” adquirido por nuestras prestaciones, sino siempre como un don gratuito de la bondad divina y, como tal, no puede ser juzgado, sino solo acogido o rechazado. En consecuencia, para poder entrar en relación con Dios, es necesario como ya advirtió Jesús al comienzo de su predicación un cambio de mentalidad, o conversión, pues de otro modo nos arriesgamos al escándalo.

El acento principal de la parábola, que retoma la imagen de la viña símbolo de Israel en la tradición bíblica, está puesto en la bondad desmesurada y por eso incomprendida de Dios, que acoge, en Cristo, a los últimos llegados al Reino de Dios, es decir, a los paganos y a los pecadores convertidos, y les ofrece el mismo trato reservado a los primeros llamados. En esta página podemos leer en filigrana la situación de la comunidad judeocristiana de Mateo, en la que concurrían paganos y pecadores, con gran escándalo del judaísmo rabínico contemporáneo. 

Más allá del dato histórico, estamos ante una situación que en diferentes aspectos se repite cada vez que prevalece entre los miembros de un grupo “la envidia” (v. 15), es decir, cuando deja que se apoderen de ella los celos amargos y la “cólera” ante la liberalidad de Dios, considerando injusto lo que, sin embargo, es fruto del amor más grande. No por casualidad, inmediatamente después de la parábola se encuentra el tercer anuncio de la pasión (vv. 17-19): Jesús es rechazado por quien no acepta la revelación del amor del Padre. Él se acerca a todos los hombres y llama a cada uno para trabajar en su viña.

Sin embargo, solo los «pequeños» son capaces de gozar de esta llamada, porque no miden la bondad de Dios con los patrones de la justicia humana, sino que aceptan, con un corazón sencillo, la gratuidad del don que Jesús nos ha traído. La Iglesia, en la medida en que está abierta a acoger a los últimos más aún, a buscarlos sin pausa a todas las horas del día y en cada rincón de la tierra, se revela como «consorte» de Cristo, como aquella en quien se cumplen las promesas hechas a los primeros, es decir, a Israel, aunque estaban dirigidas en realidad a todos los hombres.


4. Dialoga con el Señor


Dios te bendiga

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