Espíritu Santo, ¡Ven!: Día tercero.

 

Día tercero



Oración inicial para todos los días

Ante tu presencia postrado, 
¡Soberano Espíritu de paz, de reconciliación y de todo consuelo!, 
humildemente te pido perdón de mis pecados, 
y la gracia de un verdadero arrepentimiento. 

Dones especiales de tu misericordia son la luz para bien conocer y discernir; 
la llama del alma para detestarlas; 
el firme propósito actual para nunca más volver a cometerlas; 
la fortaleza y perseverancia para el cumplimiento de tal resolución hasta el fin de la vida.

Concédeme, Espíritu divino, 
también el fervor y devoción para vivir dando gloria a Dios 
para mi bien y el bien de la Iglesia. Amén.

Texto



El Mesías ungido con el Espíritu Santo

Se realiza así completamente la misión del Mesías, que recibió la plenitud del Espíritu Santo para el Pueblo elegido de Dios y para toda la humanidad. "Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea ... después que Juan predicó el bautismo; como Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder". (Hechos 10,37-38)

Desde estas palabras de Pedro y otras muchas parecidas conviene remontarse ante todo a la profecía de Isaías. Isaías relaciona la persona y su misión con una acción especial del Espíritu de Dios, Espíritu del Señor. Dice así el Profeta:

«Saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor. Y le inspirará en el temor del Señor ». (Isaías 11,1-2).

El Mesías es precisamente esta vía. En la Antigua Alianza la unción era un símbolo externo del don del Espíritu. "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto que me ha ungido el Señor. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha a enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia del Señor". (Isaías 61,1-2)

El Ungido es también enviado "con el Espíritu del Señor". "Ahora el Señor Dios me envía con su espíritu". (Isaías 48,16)

Según el libro de Isaías, el Ungido y el Enviado junto con el Espíritu del Señor es también el Siervo elegido del Señor, sobre el que se posa el Espíritu de Dios. "He aquí a mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él". (Isaías 42,1)

Conviene subrayar aquí claramente que el "Espíritu del Señor", que "se posa" sobre el futuro Mesías, es ante todo un don de Dios para la persona de aquel Siervo del Señor. "Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego". (Lucas 3,16)

Jesucristo se referirá a este anuncio, contenido en las palabras de Isaías, al comienzo de su actividad mesiánica. Esto sucederá en Nazaret donde habían transcurrido treinta años de su vida en relativa oscuridad. En la sinagoga de Nazaret, Jesús se puso de pie y leyó el pasaje de Isaías que habla del Espíritu del Señor que reposa sobre el Ungido. Después de leerlo, declaró: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír" (Lucas 4,21).

Con estas palabras, Jesús afirmaba que Él era el Mesías esperado, el Ungido de Dios sobre quien reposaba el Espíritu Santo. En Él se cumplían las profecías del Antiguo Testamento y se realizaba la misión salvadora anunciada por los profetas.

Jesús de Nazaret «elevado» por el Espíritu Santo

El Espíritu Santo desempeña un papel fundamental en la vida y el ministerio de Jesús. Fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María (Lucas 1,35), y desde su bautismo en el río Jordán, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de una paloma, y una voz del cielo proclamó: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3,16-17).

Jesús también realizó sus milagros y enseñanzas a través del poder del Espíritu Santo. En Lucas 4,18, Jesús declaró que el Espíritu del Señor estaba sobre Él para predicar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos.

Además, Jesús prometió enviar al Espíritu Santo a sus seguidores después de su partida. Antes de ascender al cielo, les dijo a sus discípulos: "Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1,8).

Esta promesa se cumplió en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos reunidos en un lugar, y fueron llenos del Espíritu, hablando en diferentes lenguas y proclamando las maravillas de Dios (Hechos 2,1-4).

A partir de ese momento, el Espíritu Santo ha estado presente en la Iglesia y en la vida de los creyentes. El Espíritu Santo es quien nos guía, nos consuela, nos capacita y nos transforma a imagen de Cristo.

El apóstol Pablo escribió sobre la obra del Espíritu Santo en los creyentes, destacando los dones espirituales, el fruto del Espíritu y la guía del Espíritu en la vida cristiana (1 Corintios 12, Gálatas 5, Romanos 8).

En resumen, la relación entre Jesús y el Espíritu Santo es inseparable. Jesús, como el Mesías, recibió la plenitud del Espíritu Santo y realizó su misión en el poder del Espíritu. El Espíritu Santo descendió sobre Jesús en su bautismo y estuvo presente en su vida y ministerio.

Después de la ascensión de Jesús, el Espíritu Santo fue enviado a la Iglesia y habita en la vida de los creyentes, capacitándolos para vivir una vida santa, guiándolos en la verdad y manifestando los dones y el fruto del Espíritu en ellos.

Es importante reconocer la obra y la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida como cristianos y depender de Él para vivir una vida conforme a la voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos capacita, nos guía y nos transforma para ser testigos de Jesús y cumplir la misión que Él nos ha dado en el mundo.

(Resumen de Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem 15-21)

Oración

¡Oh Espíritu Santo!, 
alma de mi alma, 
te adoro; 
ilumíname, 
guíame, 
fortifícame, 
consuélame, 
dime que debo hacer, 
ordéname.
Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, 
y aceptar todo lo que permitas que me suceda. 
Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

Invocaciones

Espíritu Santo imprime en nosotros el horror al pecado, te rogamos óyenos.
Espíritu Santo ven a renovar la faz de la tierra…
Espíritu Santo derrama tus luces en nuestra inteligencia…
Espíritu Santo graba tu ley en nuestros corazones...
Espíritu Santo abrásanos en el fuego de tu amor…
Espíritu Santo ábrenos el tesoro de tus gracias…
Espíritu Santo enséñanos a orar como se debe…
Espíritu Santo ilumínanos con tus inspiraciones celestiales…
Espíritu Santo concédenos la única ciencia necesaria…
Espíritu Santo inspíranos la práctica de las virtudes…
Espíritu Santo haz que perseveremos en tu justicia…
Espíritu Santo sé tú mismo nuestra recompensa…

Oración conclusiva

¡Espíritu divino! Por los méritos de Jesucristo, te suplicamos vengas a nuestros corazones y nos comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminados y confortados por ellos, vivamos según tu voluntad, y muriendo entregados a tu amor, merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

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