Espíritu Santo, ¡Ven!: Día sexto

 

Día sexto


Oración inicial para todos los días

Ante tu presencia postrado, 
¡Soberano Espíritu de paz, de reconciliación y de todo consuelo!, 
humildemente te pido perdón de mis pecados, 
y la gracia de un verdadero arrepentimiento. 

Dones especiales de tu misericordia son la luz para bien conocer y discernir; 
la llama del alma para detestarlas; 
el firme propósito actual para nunca más volver a cometerlas; 
la fortaleza y perseverancia para el cumplimiento de tal resolución hasta el fin de la vida.

Concédeme, Espíritu divino, 
también el fervor y devoción para vivir dando gloria a Dios 
para mi bien y el bien de la Iglesia. Amén.

Texto

El pecado original, descrito en el Libro del Génesis, constituye la raíz de todos los demás pecados. Es la desobediencia del hombre a la voluntad de Dios y el rechazo de la verdad divina contenida en la Palabra de Dios. A través de la desobediencia, se inserta en el misterio de la creación un eco lejano de aquel pecado originario. En la raíz del pecado humano se encuentra la mentira como rechazo radical de la verdad expresada por el Verbo del Padre.

El Espíritu de Dios revela las profundidades del Padre y del Verbo-Hijo. Él es testigo del amor mutuo y eterno que dio origen a la creación. El mundo fue dado al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, con capacidad para una relación personal con Él. El don del Espíritu es una invitación a la amistad, donde las "profundidades de Dios" están abiertas para el hombre. Dios habla a los hombres como amigos, deseando su compañía.

El Espíritu Santo conoce las profundidades de Dios y convence al mundo en lo referente al pecado. Solo él puede revelar la verdad sobre el pecado originario, causado por "el padre de la mentira". Guiando hacia la "justicia", revela el amor y el don en la Cruz de Cristo, donde se manifiesta el "juicio". El pecado del principio humano rechaza el don y el amor divino que influyen en el mundo y en la humanidad.

El pecado en su forma originaria se entiende como "desobediencia", una transgresión de la prohibición de Dios. El ser humano, como criatura, está llamado a reconocer su dependencia del Creador. La tentación de superar el límite establecido por Dios y ser como dioses lleva a la desobediencia. El hombre no puede decidir por sí mismo lo que es bueno y malo, ya que Dios es la fuente suprema del orden moral. La desobediencia es el rechazo de esta fuente y el intento de ser autónomo en la determinación del bien y el mal. El Espíritu Santo, que conoce las profundidades de Dios, convence al mundo de esta dimensión del pecado a través de la cruz de Cristo.

Dios, en la creación, se revela como omnipotencia que es amor, llamando al hombre a participar de la verdad y el amor. Sin embargo, bajo la influencia del "padre de la mentira", el hombre se separa de esta participación. La desobediencia implica dar la espalda a Dios y abrirse al mal. Surge la sospecha hacia Dios y se falsea la verdad sobre Él. El Espíritu Santo, que "sondea las profundidades de Dios", puede convencer plenamente del pecado originario del hombre y sus motivaciones.

A lo largo de la historia, el espíritu de las tinieblas ha logrado distorsionar la imagen de Dios, presentándolo como enemigo del hombre y sembrando en el corazón humano la semilla de la oposición y el rechazo. Satanás ha jugado un papel determinante al incitar al hombre a convertirse en

 Dios sin Dios y a buscar la autonomía absoluta. El Espíritu Santo es el que revela esta realidad del pecado originario y su influencia en el mundo.

Oración

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;

Y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne,
aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti,
Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo.,

Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos infinitos.

Amén.

(Oración de san Juan Pablo II al Espíritu Santo)

Invocaciones

Espíritu Santo imprime en nosotros el horror al pecado, te rogamos óyenos.
Espíritu Santo ven a renovar la faz de la tierra…
Espíritu Santo derrama tus luces en nuestra inteligencia…
Espíritu Santo graba tu ley en nuestros corazones...
Espíritu Santo abrásanos en el fuego de tu amor…
Espíritu Santo ábrenos el tesoro de tus gracias…
Espíritu Santo enséñanos a orar como se debe…
Espíritu Santo ilumínanos con tus inspiraciones celestiales…
Espíritu Santo concédenos la única ciencia necesaria…
Espíritu Santo inspíranos la práctica de las virtudes…
Espíritu Santo haz que perseveremos en tu justicia…
Espíritu Santo sé tú mismo nuestra recompensa…

Oración conclusiva

¡Espíritu divino! Por los méritos de Jesucristo, te suplicamos vengas a nuestros corazones y nos comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminados y confortados por ellos, vivamos según tu voluntad, y muriendo entregados a tu amor, merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

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