Orar con la Liturgia: II Domingo después de Navidad
Oración Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, esplendor de los que en ti creen, dígnate, propicio, llenar de tu gloria el mundo y que el resplandor de tu luz se manifieste a todos los pueblos.
1. Lectura de la Oración Colecta
Comencemos escuchando con atención esta oración de la liturgia.
“Dios todopoderoso y eterno, esplendor de los que en ti creen…”
Nos dirigimos al Padre reconociendo su grandeza, su poder eterno y su luz que se manifiesta en aquellos que creen en Él. Esta luz no es algo efímero, sino algo permanente, que resplandece en el corazón de los creyentes y transforma el mundo.
“Dígnate, propicio, llenar de tu gloria el mundo…”
Aquí hacemos una petición profunda. Pedimos que Dios llene el mundo de su gloria, para que toda la creación se vea transformada por su presencia.
“Que el resplandor de tu luz se manifieste a todos los pueblos.”
Finalmente, imploramos que esta luz se extienda a todos los pueblos, sin distinción, y que el mundo entero pueda recibir su paz y su salvación.
2. Reflexión
En esta oración, no solo pedimos por nosotros, sino también por todo el mundo. Deseamos que la luz de Dios, que se hizo carne en Cristo, ilumine las sombras del sufrimiento, del egoísmo y del pecado que todavía nos aquejan. Pero esta luz no solo debe brillar desde lo alto, como algo distante; también debe resplandecer en cada uno de nosotros.
Cada vez que decimos “Dios esplendor de los que en ti creen”, recordamos que su gloria puede manifestarse en nuestras vidas, en nuestras obras y en nuestra capacidad de amar y perdonar.
La misión de la Iglesia es llevar esa luz, esa gloria de Dios, a todos los rincones del mundo. Debemos ser instrumentos de esa luz, que no solo ilumina nuestra vida, sino que se irradia hacia todos los pueblos.
3. Oración Personal
Haz una pausa y repite con devoción la oración colecta.
“Dios todopoderoso y eterno, esplendor de los que en ti creen…”
Imagina que con cada palabra, la luz de Dios entra en tu corazón, llenándote de su gloria. Abre tu vida a esa luz, invitándola a iluminar todos tus pensamientos, tus decisiones, tus relaciones.
Pide con humildad que esa luz no solo te transforme a ti, sino que se extienda a todos los que te rodean.
4. Contemplación
Cierra los ojos e imagina la luz de Dios resplandeciendo en tu vida y en el mundo entero.
Siente cómo esa luz ilumina tu interior, tus relaciones, tus decisiones.
Permanece en este momento, dejando que la luz de Dios llene tu ser, trayendo paz y esperanza a todo lo que tocas.
5. Compromiso
Para vivir esta oración de manera concreta:
- Deja que la luz de Dios brille en tus acciones cotidianas. Permite que cada gesto de bondad, cada palabra de consuelo, sea un reflejo de su gloria.
- Haz de tu vida un faro de esperanza. Comparte el amor y la luz de Dios con aquellos que más lo necesitan, especialmente con aquellos que viven en la oscuridad de la tristeza o el desánimo.
- Reflexiona sobre cómo el Evangelio te invita a ser luz en el mundo. Lee un pasaje que te inspire a llevar esa luz, y medita en cómo puedes reflejarla a través de tus acciones y decisiones.
Conclusión
Renovemos nuestra fe en el poder de la luz de Dios, que se manifiesta en Cristo.
“Señor, que tu gloria llene mi vida, y que, como tu hijo Jesús, sea portador de tu luz en el mundo. Amén.”
Comentarios
Publicar un comentario