La fuente de nuestra salvación y de la redención de cada uno de nosotros es la Pascua. Como nos recuerda el Papa Francisco: "Es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso." (Vigilia Pascual, 30 de marzo de 2024).
En nuestra vida cristiana, profesamos nuestra fe de manera personal y comunitaria en dos momentos sacramentales esenciales: el Bautismo y la Confirmación. Además, cuando asumimos el compromiso de ser padrinos, renovamos esa fe para dar testimonio y velar por la vida espiritual de nuestros hijos o ahijados. Cada año, en la Vigilia Pascual, renovamos solemnemente nuestro Bautismo, reafirmando nuestra fe en la resurrección de Cristo, en quien hemos sido injertados por el Bautismo, y recordamos nuestra condición de hijos amados de Dios. También en cada Eucaristía dominical renovamos nuestra fe al proclamar el Credo Apostólico o el Credo Niceno-Constantinopolitano.
Sin embargo, para profundizar nuestra vida cristiana, es bueno detenernos de vez en cuando a reflexionar y renovar conscientemente esta gracia bautismal. De este modo, damos gracias a Dios por habernos adoptado como hijos suyos y le alabamos por su fidelidad y su eterna alianza con nosotros.
San Máximo de Turín decía: "Cristo se sumergió en las aguas no para ser santificado por ellas, sino para santificarlas y purificarlas, de modo que todos los que después fueran bautizados en ellas fueran salvados" (Sermón 100). Por eso, un día especialmente adecuado para renovar nuestro Bautismo es la fiesta del Bautismo del Señor. En este día contemplamos a Jesús, que en su humildad quiso recibir el Bautismo como signo de su solidaridad con nosotros, mostrando el camino para entrar en comunión con Dios.
Aquí te propongo una sobre oración:
- Una básica
- La segunda es igual solo que introduce el Credo Niceno-Constantinopolitano, este año 2025 celebramos 1700 años en que se celebró el concilio de Nicea,
Que puede ayudarte a renovar tu compromiso bautismal. Puedes rezarla delante de una pila bautismal, como signo visible del agua que nos dio la vida nueva, antes o después de participar en la Eucaristía, para unir tu oración a la celebración del sacrificio de Cristo:
1. Oración acción de gracias por el bautismo sencilla:
Oh Dios eterno y misericordioso,
en este día santo, al contemplar el Bautismo de tu Hijo amado,
alzamos nuestra voz en gratitud y alabanza.
Tú, que abres los cielos y derramas tu Espíritu como suave rocío,
nos haces hijos tuyos en las aguas puras del Bautismo,
renovados, lavados, llamados a ser luz en el mundo.
Te damos gracias, Señor, por el don precioso del Bautismo,
por las aguas santas que nos purificaron y nos hicieron tuyos,
por habernos dado en ese sacramento una nueva vida,
liberándonos del pecado y llenándonos de tu Espíritu.
Gracias por la fe que nos regalas,
por la gracia que nos sostiene
y por tu amor que nunca nos abandona.
Tú eres el Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra,
que nos formaste con ternura,
imagen viva de tu gloria y de tu amor.
Tu Hijo Jesucristo, el Cordero inmolado,
descendió al Jordán por nosotros,
mostrando en su humildad el camino hacia Ti,
y en su muerte y resurrección,
rompió las cadenas del pecado,
abriendo para siempre las puertas de la vida eterna.
Oh Espíritu Santo, fuego vivificador,
que desciendes como paloma serena,
purifica nuestros corazones,
sella nuestra alma con la gracia,
y haznos templos vivos de tu presencia.
Eres el aliento divino que nos guía,
la fuerza que nos impulsa,
la unidad que hace de muchos, un solo cuerpo en Cristo.
Hoy renovamos con fervor nuestra fe,
renunciamos a las sombras del pecado
y proclamamos tu promesa de salvación.
Haznos dóciles a tu voluntad,
para que nuestras obras sean sal en la tierra
y nuestra palabra, luz en las tinieblas.
Te alabamos, Señor, porque en el Bautismo nos diste una misión:
ser testigos de tu amor en el mundo,
sembradores de esperanza y servidores de nuestros hermanos.
Gracias por tu Iglesia, nuestra madre y guía,
que nos acompaña en el camino de la fe.
Haznos dignos de este gran regalo,
para que vivamos siempre con corazones puros
y manos dispuestas a construir tu Reino.
Todo lo entregamos a Ti, Padre bondadoso,
por Jesucristo, nuestro Señor,
en la unidad del Espíritu Santo,
que vive y reina, Dios eterno,
por los siglos de los siglos.
Amén.
2. Oración con el Credo Noceno-constantinopolitano:
"Oh Dios eterno y misericordioso,
en este día santo, al contemplar el Bautismo de tu Hijo amado,
alzamos nuestra voz en gratitud y alabanza.
Tú, que abres los cielos y derramas tu Espíritu como suave rocío,
nos haces hijos tuyos en las aguas puras del Bautismo,
renovados, lavados, llamados a ser luz en el mundo.
Te damos gracias, Señor, por el don precioso del Bautismo,
por las aguas santas que nos purificaron y nos hicieron tuyos,
por habernos dado en ese sacramento una nueva vida,
liberándonos del pecado y llenándonos de tu Espíritu.
Gracias por la fe que nos regalas,
por la gracia que nos sostiene
y por tu amor que nunca nos abandona.
Tú eres el Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra,
que nos formaste con ternura,
imagen viva de tu gloria y de tu amor.
Tu Hijo Jesucristo, el Cordero inmolado,
descendió al Jordán por nosotros,
mostrando en su humildad el camino hacia Ti,
y en su muerte y resurrección,
rompió las cadenas del pecado,
abriendo para siempre las puertas de la vida eterna.
Oh Espíritu Santo, fuego vivificador,
que desciendes como paloma serena,
purifica nuestros corazones,
sella nuestra alma con la gracia,
y haznos templos vivos de tu presencia.
Eres el aliento divino que nos guía,
la fuerza que nos impulsa,
la unidad que hace de muchos, un solo cuerpo en Cristo.
Hoy renovamos con fervor nuestra fe,
proclamando con el Credo Niceno-Constantinopolitano:
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho.
Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día,
según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre.
Y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos,
y la vida del mundo futuro.
Te alabamos, Señor, porque en el Bautismo nos diste una misión:
ser testigos de tu amor en el mundo,
sembradores de esperanza y servidores de nuestros hermanos.
Gracias por tu Iglesia, nuestra madre y guía,
que nos acompaña en el camino de la fe.
Haznos dignos de este gran regalo,
para que vivamos siempre con corazones puros
y manos dispuestas a construir tu Reino.
Todo lo entregamos a Ti, Padre bondadoso,
por Jesucristo, nuestro Señor,
en la unidad del Espíritu Santo,
que vive y reina, Dios eterno,
por los siglos de los siglos.
Amén.
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