Decenario al Espíritu Santo: Segundo día

 Decenario al Espíritu Santo: Segundo día

Oración inicial

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime que debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

Meditación 

La oración es luz; en ella conocemos nuestra pequeñez y la grandeza divina; en ella descubrimos la vanidad de las cosas de la tierra y empezamos a apreciar las cosas celestiales; en ella, sobre todo, tenemos ese gran conocimiento de Jesucristo que constituye la vida cristiana y la vida eterna.

Quienquiera que se acerque a Dios se ilumina. La oración es luz, y a medida que se va avanzando en los senderos de la oración, el alma se va iluminando; va de claridad en claridad; cada una de las etapas de la vida espiritual se caracteriza por una forma de oración, y cada una de esas formas de oración expresa una de las claridades de que nos habla el Apóstol san Pablo; y de una forma de oración a otra, de una claridad a otra, se va realizando en nosotros la divina transformación de luz, que es la meta de la vida cristiana.

Y esto, el Apóstol san Pablo nos lo enseña, es el Espíritu Santo quien lo realiza. Nosotros, contemplando la gloria de Dios, esa gloria de Dios que esplende por todas partes; esa gloria de Dios que se admira en el firmamento estrellado, y en el campo florido, y en el bosque rumoroso; esa gloria de Dios que podemos contemplar en el océano sin límites y que también podemos descubrir en el fondo de nuestros corazones; esa gloria de Dios que brilla especialmente en el orden sobrenatural y divino; contemplándola, nosotros nos iluminamos también, nos vamos haciendo seres luminosos, nos vamos transformando de claridad en claridad; y el Apóstol nos lo dice: «Por la obra del Espíritu de Dios». Esa obra de iluminación que constituye el fondo de la vida cristiana es una obra del Espíritu Santo.

Letanías al Espíritu Santo



Señor ten piedad de nosotros.

Cristo ten piedad de nosotros.

Señor ten piedad de nosotros.

Espíritu de amor y de verdad, ven a nosotros.

Fuego abrasador, ven a nosotros.

Autor de todo bien, ven a nosotros.

Unción espiritual, ven a nosotros.

Oración al Espíritu Santo

Pues, para llevar a plenitud el
misterio pascual, enviaste hoy
el Espíritu Santo sobre los que
habías adoptado como hijos
por su participación en Cristo.
Aquel mismo Espíritu que,
desde el comienzo, fue el
alma de la Iglesia naciente;
el Espíritu que infundió el
conocimiento de Dios a
todos los pueblos; el Espíritu
que congregó en la
confesión de una misma fe a
los que el pecado había
dividido en diversidad de
lenguas.
(Prefacio de la Misa de Pentecostés)

Oración conclusiva

¡Espíritu divino! Por los méritos de Jesucristo, te suplicamos vengas a nuestros corazones y nos comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminados y confortados por ellos, vivamos según tu voluntad, y muriendo entregados a tu amor, merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

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