Decenario al Espíritu Santo: Quinto día

Decenario al Espíritu Santo: Quinto día

Oración inicial

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime que debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

Meditación 

La vida espiritual es luz y amor, es una transformación de luz que viene a delinear en nosotros la imagen de luz de Jesucristo, y es una marcha triunfal del amor que nos adhiere a Dios y nos hace un mismo espíritu con Él. Y lo mismo para la luz que para el amor, necesitamos la oración. Se diría que el elemento esencial de la vida espiritual es la oración, porque en ella recibimos la iluminación de nuestro espíritu, porque en ella es donde se caldea divinamente nuestro corazón. Y esa oración, que es luz y es amor, es obra del Espíritu Santo. En la obra magistral del Espíritu Santo que es la vida espiritual, vemos que el medio que unifica y que produce armonía, el motivo artístico que da unidad maravillosa a la vida espiritual, es la oración...

El gran director de la oración, es el Espíritu Santo; y para que podamos tratar con Dios, el Divino Espíritu ha puesto en nuestra alma realidades sobrenaturales y divinas por las cuales podemos encontrar a Dios, y, por decirlo así, captar lo divino en dondequiera que se encuentre.

La ciencia moderna ha inventado preciosos aparatos que pueden captar las ondas misteriosas que por todas partes del espacio se extienden y que llevan a regiones lejanísimas las palabras y los cánticos que en cualquier lugar se realizan. Hace siglos que esas ondas misteriosas estaban en el ambiente, y a nuestra época le cupo en suerte descubrir la manera de captarlas y de percibir, por consiguiente, lo que se dice, lo que se canta en una región lejana. 

Algo semejante acontece con esas realidades divinas que Dios ha puesto en nuestra alma. Lo divino está en todas partes; ¿no dice el Apóstol san Pablo que en Dios vivimos y nos movemos y somos? ¿No ha puesto nuestro Señor su sello divino en todas las cosas? ¿No dice san Juan de la Cruz que mirando a las criaturas, «vestidas las dejó de su hermosura»? El cielo canta la gloria de Dios, la tierra está llena de su Majestad, Dios está en todas partes, está fuera de nosotros y está en lo íntimo de nuestro corazón. Pero para que podamos ponernos en contacto con Él, para que podamos captar lo divino, necesitamos realidades sobrenaturales que el Espíritu Santo deposita en nuestras almas. 

Las realidades sobrenaturales por las cuales podemos captar lo divino en dondequiera que esté, son la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Letanías al Espíritu Santo

“Señor ten piedad de nosotros.
Cristo ten piedad de nosotros.
Señor ten piedad de nosotros.
Espíritu de modestia y de inocencia, ven a nosotros.
Espíritu consolador, ven a nosotros
Espíritu santificador, ven a nosotros
Espíritu que gobiernas la Iglesia, ven a nosotros

Oración al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia
los corazones,
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro
Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros
los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de
Dios;
Tú, el prometido del
Padre;
Tú, que pones en nuestros
labios
los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz
nuestros sentidos;
infunde tu amor en
nuestros corazones;

y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil
carne,
aleja de nosotros al
enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu
dirección,
evitaremos todo lo nocivo.
Por Ti conozcamos al
Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti,
Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo.,
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos infinitos.
Amén.

Oración conclusiva

¡Espíritu divino! Por los méritos de Jesucristo, te suplicamos vengas a nuestros corazones y nos comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminados y confortados por ellos, vivamos según tu voluntad, y muriendo entregados a tu amor, merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

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