Decenario al Espíritu Santo: Cuarto día

 Decenario al Espíritu Santo: Cuarto día

Oración inicial

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime que debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.


Meditación 

Si la vida cristiana es luz, también la vida cristiana es amor; y san Pablo nos dio también otra fórmula que expresa esta idea que acabo de exponer: «El que se adhiere a Dios, se hace un solo espíritu con Él». Con esta fórmula brevísima, pero llena de profundidad, el Apóstol san Pablo nos enseña que por la vida cristiana tenemos que realizar en nosotros una transformación de amor. La vida cristiana no solamente es una transformación de luz —porque de claridad en claridad nos vamos transformando en la imagen divina—, sino que es también una transformación de amor. Una maravillosa unidad de amor se produce en nosotros; el amor, con su magia celestial, nos adhiere a Dios, y adhiriéndonos a Él nos hace en cierta manera una sola cosa con Dios: «El que se adhiere a Dios es un mismo espíritu con Él»

El Espíritu Santo es Amor, y Él es el que produce en nosotros su imagen, el que derrama en nuestros corazones la caridad. San Pablo nos lo enseña: «La caridad de Dios se derrama en nuestros corazones por el Espíritu de Dios que está en nosotros». La caridad es el amor, un amor que tiene un nombre nuevo, porque es un amor celestial y divino; un amor bellísimo, que es la imagen del Espíritu Santo; un amor que es como la fuente perenne de nuestra vida sobrenatural. Pues bien, ese amor se va desarrollando en la oración; y cuando se ha desarrollado, requiere —como una expansión natural de su vida— la oración.

Letanías al Espíritu Santo

Señor ten piedad de nosotros.
Cristo ten piedad de nosotros.
Señor ten piedad de nosotros.
Espíritu de ciencia y de piedad, ven a nosotros.
Espíritu de temor del Señor, ven a nosotros.
Espíritu de gracia y de oración, ven a nosotros.
Espíritu de paz y de dulzura, ven a nosotros.

Oración al Espíritu Santo

Espíritu Santo,
inspíranos,
para que pensemos santamente.
Espíritu Santo,
incítanos,
para que obremos santamente.
Espíritu Santo,
atráenos,
para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo,
fortalécenos,
para que defendamos las cosas santas.
Espíritu Santo,
ayúdanos,
para que no perdamos nunca las cosas
santas.
(Oración al Espíritu Santo de San Agustín)

Oración conclusiva

¡Espíritu divino! Por los méritos de Jesucristo, te suplicamos vengas a nuestros corazones y nos comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminados y confortados por ellos, vivamos según tu voluntad, y muriendo entregados a tu amor, merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

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