69 - Negaciones de Pedro (Mt 26, 69-75)
DÍA 69
1. Invoca al Espíritu Santo
2. La Palabra de Dios
Negaciones de Pedro (Mt 26, 69-75)
69 Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo».
70 Él lo negó delante de todos diciendo: «No sé qué quieres decir».
71 Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno».
72 Otra vez negó él con juramento: «No conozco a ese hombre».
73 Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».
74 Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo: «No conozco a ese hombre». Y enseguida cantó un gallo.
75 Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.
3. La Palabra ilumina
Cuando Pedro fue preguntado si era de ellos, respondió la primera vez: «No sé qué quieres decir». Y lo dijo con toda justicia, pues no hay duda que habría sido una presunción decir que conocía a aquel a quien la mente humana jamás puede abarcar, pues nadie conoce at Hijo, sino el Padre (Mt 11,27).
La segunda vez, atestigua, dijo: «No conozco a ese hombre». Es decir, que prefirió negarse a sí mismo antes que negar a Cristo. Aunque parecía que él negaba que había estado con Cristo, en realidad se negaba a sí mismo. Con todo, es cierto que por negar su parte humana ya pecó contra el Hijo del hombre, aunque no contra el Espíritu Santo, y por eso fue perdonado (Mt 12,32).
Y al ser interrogado por tercera vez, respondió: «No conozco a ese hombre» o, lo que es lo mismo, yo no entiendo vuestros sacrilegios. Pero aunque nosotros le excusemos, él no se excusó, ya que para confesar a Jesús no es suficiente una respuesta ambigua, sino que es necesaria una confesión franca. Porque ¿de qué sirve un rodeo en las palabras si quieres aparecer como uno que ha renegado? Y por eso se dice que Pedro no respondió así con objeto de dar un rodeo, ya que, cuando después lo recordó, comenzó a llorar. Y así prefirió confesar él mismo su pecado, para que, por la confesión, le fuese perdonado el pecado que había contraído por la negación -pues el justo empieza por acusarse a sí mismo (Prov 18,17)- y después lloró.
¿Por qué lloró? Porque el pecado le cogió de sorpresa. También yo suelo llorar si no peco, es decir, si no me vengo, si no obtengo lo que injustamente deseo; Pedro se arrepintió y lloró porque se había equivocado como hombre. No atiendo tanto a lo que dijo; fijo más mi atención en que lloró. Veo sus lágrimas, no encuentro un afán de excusarse, y aunque no puede defenderse, puede empero lavarse. ¡Que las lágrimas laven ese pecado que no se atreve a confesar de viva voz! Los llantos conducen al perdón y a la honradez. Las lágrimas confiesan la culpa sin temor; las lágrimas reconocen el crimen sin el tormento de la vergüenza; las lágrimas no piden el perdón, pero lo obtienen. Ya he encontrado por qué Pedro guardó silencio: era para que una demanda de perdón tan pronta no hiciera más grande su pecado. Es necesario llorar antes, y ya después se puede pedir. ¡Qué buenas lágrimas son las que lavan la culpa! Por eso lloran todos aquellos a los que Jesús mira. La primera vez, Pedro renegó y no lloró: era porque el Señor no le había mirado.
Pedro lloró con una amargura profunda, lloró con el fin de que sus lágrimas pudieran lavar su pecado. También tú debes llorar tu culpa con lágrimas si quieres conseguir el perdón en el mismo momento e instante en que te mire Cristo. Si te acontece caer en algún pecado, el que está como testigo en lo más íntimo de tu ser te mira para hacerte recordar y confesar tu error. Imita a Pedro, que, en otro lugar, responde a la tercera pregunta: «Señor, tú sabes que te amo» (Jn 21,15). Pues como le había negado, serán otras tres las que le confiese, y, habiéndole negado de noche, le confiesa de día. (San Ambrosio)
4. Dialoga con el Señor
¿Cuándo te niego? ¿Por qué?
Mírame Señor para que busque siempre la conversión del corazón.
Dios te bendiga.
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