68 - Jesús ante el Sanedrín (Mt 26, 57-67)

 DÍA 68


1.Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Jesús ante el Sanedrín (Mt 26, 57-67)

57 Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.

58 Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello.

59 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte 60 y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos

61 que declararon: «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

62 El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».

63 Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

64 Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

66 ¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte».

67 Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon 68 diciendo: «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».


3. La Palabra ilumina

Jesús, arrestado por la noche, fue conducido al palacio de los sumos sacerdotes, donde ya lo esperaban (v. 57). Pedro le sigue de lejos, espectador tembloroso y emblema de los discípulos de todos los tiempos. Mateo da un amplio relieve al interrogatorio y a los ultrajes de la noche: la auténtica sesión del sanedrín, celebrada a la mañana siguiente, se limita a ratificar la condena y a dar un paso ulterior en la entrega de Jesús: del traidor (lit.,«el que entrega»: v. 46) a los jefes del pueblo y de estos a las autoridades paganas (27,2).

Jesús fue capturado, escupido, golpeado, escarnecido, atado; sin embargo, se mantiene soberano de la situación, mientras se desencadena el ciego furor de los adversarios. Calla frente a las acusaciones falsas, y al conjuro solemne del sumo sacerdote responde del modo más pregnante y provocador. Elude, en efecto, la cuestión mesiánica con una respuesta que da la impresión de que debe entenderse como: «Eso lo dices tú». En realidad, Jesús no correspondía a las expectativas comunes sobre el Mesías, hijo adoptivo de Dios predestinado al éxito político y militar (v. 63). 

Con todo, la afirmación de Jesús es mucho más grave: al identificarse por primera vez explícitamente con el Hijo del hombre, declara su origen divino, su propia igualdad con Dios (v. 64). A los oídos de los judíos, esta es la verdadera blasfemia que merece la pena de muerte. Las palabras de Jesús ante el sanedrín poseen una profundidad inconmensurable: citando Dn 7,13, deja entender que el juicio sobre la historia, confiado al Hijo del hombre, comienza desde ahora, con su pasión.

Precisamente en el momento en que está a merced de los hombres se encuentra, en realidad, «sentado a la derecha del Todopoderoso» (v. 64). Pablo expresa esta verdad hablando de la cruz como poder y sabiduría de Dios (1 Cor 1,22ss), mientras que el paralelo joáneo se encuentra en 12,31: en el momento en el que se decide la muerte de Jesús, empieza, paradójicamente, el juicio de este mundo y su liberación del maligno.


4. Dialoga con el Señor

¿Escuchamos al que tenemos al lado o directamente juzgamos y aplicamos sentencias?


Dios te bendiga.

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