La corona de adviento ciclo A (2025)

 

Encendido de las velas de adviento.


Breve Introducción

Vivir en familia estos cuatro sábados por la tarde, o cada domingo de Adviento, la oración y el rito de la corona es un bien espiritual profundo. Nos ayuda a preparar el corazón juntos, a traer la luz de Cristo al hogar, a renovar la esperanza y a recordar que Dios viene a nuestra vida paso a paso.
La luz creciente de la corona nos enseña que también nuestra fe puede crecer, que nuestras sombras pueden iluminarse y que el Señor desea caminar con nosotros en lo cotidiano.
Rezar en familia abre el alma a la gracia, fortalece la unidad y convierte el hogar en una pequeña iglesia donde Cristo es esperado con alegría.
Por eso, encender la corona cada semana no es solo una tradición: es un camino espiritual compartido, sencillo y lleno de vida, para recibir la Navidad con un corazón preparado.

RITO DE LA BENDICIÓN EN LA FAMILIA Y ENCENDIDO DE LA I VELA

El ministro dice:

— Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
R. — Que hizo el cielo y la tierra.

Monición introductoria
Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

Oración de bendición
Oremos.
La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo
ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para
iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y
del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado
esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces. Ahora,
pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de
tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el
esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con
el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las
oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

“Despertar el corazón: el Señor viene”

Encendido:
(Se enciende la primera vela.)

Evangelio – Mateo 24, 37-44

(Puede leerse el evangelio de una biblia).

Meditación:
El Adviento comienza con una llamada que no pasa de moda: velad, vivid despiertos. Jesús recuerda los días de Noé, cuando la gente vivía ocupada, distraída, sin mirar hacia dentro. A nosotros también nos puede ocurrir: el ritmo diario, las prisas, las pantallas, las tensiones… pueden adormecer nuestra sensibilidad para percibir a Dios.
Velar es vivir con atención amorosa. No es estar tensos, sino abiertos. Es detenernos un momento y preguntarnos qué hay hoy en nuestro corazón: qué nos inquieta, qué nos ilusiona, qué parte de nosotros necesita luz. Jesús viene siempre de manera suave, y por eso pide un corazón atento a lo pequeño: un gesto amable, un perdón que toca, una palabra que consuela, una inspiración que nace.
Este domingo nos invita a despertar lo que se ha dormido en nosotros, a volver a la interioridad, a dejar de vivir solo hacia afuera. La luz de la primera vela nos recuerda que, cuando abrimos un poco de espacio, Cristo ilumina nuestras sombras y nos hace vivir desde lo esencial.

Compromiso:
¿A qué aspecto concreto de mi vida necesito “despertar” esta semana para reconocer mejor al Señor?

Oración final

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
Puerta del Cielo siempre abierta, estrella del mar,
Ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
Engendraste a tu Santo Creador,
Y permaneces siempre Virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel
Y ten piedad de nosotros pecadores. Amén.

II DOMINGO DE ADVIENTO

“Preparar el camino del Señor”

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Encendido:
(Se encienden la primera y segunda vela.)

Evangelio – Mateo 3, 1-12

(Puede leerse el evangelio de una biblia).

Meditación:
Juan el Bautista proclama una palabra que nos despierta: convertíos. La conversión no es un examen severo, sino un regreso al corazón, al amor primero, a la verdad. Juan habla desde el desierto: un lugar de silencio donde no podemos disfrazar lo que somos. También nosotros necesitamos momentos de desierto interior: espacios breves de quietud donde reconocer con sinceridad lo que debe cambiar.
Quizá hay actitudes que endurecen, hábitos que enfrían, relaciones que necesitan reconciliación, heridas que deben ser presentadas a Dios. Juan no pide héroes, sino frutos: pequeños gestos que abren caminos. Preparar el camino del Señor es atrevernos a un paso concreto —mínimo, pero real— hacia la luz: una disculpa, un límite saludable, un gesto de generosidad, una oración retomada.
La segunda vela encendida nos recuerda que Dios actúa cuando le abrimos un hueco, aunque sea pequeño. Ahí donde dejamos espacio, Él renueva lo que parecía estancado.

Compromiso:
¿Qué gesto sencillo pero real puedo hacer esta semana para preparar mejor el camino al Señor?

Oración final

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
Puerta del Cielo siempre abierta, estrella del mar,
Ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
Engendraste a tu Santo Creador,
Y permaneces siempre Virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel
Y ten piedad de nosotros pecadores. Amén.

III DOMINGO DE ADVIENTO – GAUDETE

“Alegraos: Dios actúa en lo pequeño”

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Encendido:
(Se encienden la primera, segunda y tercera vela.)

Evangelio – Mateo 11, 2-11

(Puede leerse el evangelio de una biblia).

Meditación:
Juan, desde la cárcel, duda: “¿Eres tú?”. Es profundamente humano. Incluso quien preparó el camino del Señor experimenta oscuridad. Jesús no lo critica: señala signos de vida. Donde Él está, lo enfermo se levanta, lo ciego ve, lo pobre recibe esperanza.
Este domingo nos invita a mirar nuestra vida con esa misma sensibilidad: ¿qué signos de Dios vemos? Tal vez pequeños, pero reales: una paz inesperada, una reconciliación que parecía imposible, una palabra que llega justo a tiempo, un miedo que ya no oprime tanto, una fuerza interior que no teníamos antes.
La alegría cristiana no es ruido ni euforia, sino reconocimiento agradecido de que Dios actúa, incluso en lo escondido. La tercera vela es la luz de esa alegría humilde. Cuando nos detenemos a ver los signos, el corazón se ensancha y la esperanza revive.

Compromiso:
¿Qué signo reciente de la acción de Dios quiero reconocer y agradecer esta semana?

Oración final

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
Puerta del Cielo siempre abierta, estrella del mar,
Ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
Engendraste a tu Santo Creador,
Y permaneces siempre Virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel
Y ten piedad de nosotros pecadores. Amén.


IV DOMINGO DE ADVIENTO

“No temas: Dios entra en tu historia”

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Encendido:
(Se encienden las cuatro velas.)

Evangelio – Mateo 1, 18-25

(Puede leerse el evangelio de una biblia).

Meditación:
José afronta una situación que lo sobrepasa. En el silencio de su discernimiento, Dios le habla. No entiende todo, pero confía. Y esa confianza abre el camino para que Jesús nazca.
También nosotros vivimos momentos desconcertantes, decisiones difíciles, situaciones que no encajan en nuestros planes. El Adviento nos recuerda que Dios entra precisamente ahí, en lo inesperado, en lo frágil, en lo que creemos que no tiene salida.
El “no temas” del ángel es para cada uno: no temas entregar ese miedo que te acompaña, no temas soltar lo que ya no te hace bien, no temas empezar de nuevo, no temas dejar que Dios reescriba lo que parecía torcido.
La cuarta vela es la luz de la confianza. José nos enseña que la fe verdadera no es comprender, sino abrirse; no es controlar, sino acoger. Así nace Cristo también en nosotros: cuando confiamos más allá de lo evidente.

Compromiso:
¿Qué miedo o resistencia puedo entregar al Señor esta semana para acoger mejor su presencia?

Oración final

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
Puerta del Cielo siempre abierta, estrella del mar,
Ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
Engendraste a tu Santo Creador,
Y permaneces siempre Virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel
Y ten piedad de nosotros pecadores. Amén.


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