ERO CRAS — “Mañana vendré”

ERO CRAS — “Mañana vendré”




Durante siete días, la Iglesia ha elevado su voz con una súplica insistente.
Siete días nombrando al que viene, no con un solo nombre, sino dejando que la Escritura misma revele su misterio.

Primero lo ha invocado como Sapientia – Sabiduría,
la Palabra eterna que brota de la boca del Altísimo
y da sentido a todo lo creado.

Después ha clamado Adonai – Señor,
el Dios que vio la opresión de su pueblo,
escuchó su clamor
y descendió para liberarlo.

Lo ha esperado como Radix – Raíz,
el renuevo humilde que brota del tronco de Jesé
cuando todo parecía seco y sin vida,
la fidelidad de Dios que no falla.

Ha suplicado a Clavis – Llave,
la que abre y nadie puede cerrar,
la que libera al cautivo
y conduce de las tinieblas a la luz.

Ha alzado los ojos hacia Oriens – Oriente, Sol naciente,
la luz que surge cuando la noche es más oscura,
el resplandor que no deslumbra,
sino que guía y da paz.

Ha proclamado a Rex – Rey,
no rey de poder ni de dominio,
sino Rey de las naciones,
piedra angular que reúne lo disperso
y reina desde la cruz.

Y finalmente, lo ha llamado Emmanuel – Dios con nosotros,
no un Dios lejano,
sino el Dios que habita la historia,
que asume nuestra carne
y camina con su pueblo.

Cada nombre ha sido una invocación.
Cada “Oh” ha brotado del deseo.
Cada antífona, una espera hecha oración.

Y entonces, al final del camino, la liturgia guarda un secreto.
Las primeras letras de estos nombres, leídas en silencio y al revés, forman una respuesta inesperada:

EMMANUEL – Dios con nosotros

REX – Rey

ORIENS – Oriente / Sol naciente

CLAVIS – Llave

RADIX – Raíz

ADONAI – Señor

SAPIENTIA – Sabiduría

ERO CRAS.
Mañana vendré.

No es un simple juego de letras.
Es una confesión de fe.
La Iglesia clama…
y Cristo responde.

Después de la súplica, la promesa.
Después de la espera, la cercanía.
Después de la noche, el alba.

El Adviento no termina en el deseo,
sino en el encuentro.
El que ha sido invocado viene.
El que fue esperado se acerca.
El que parecía tardar
ya está a las puertas.

Por eso, al llegar al umbral de la Navidad,
la Iglesia deja de explicar
y aprende a acoger.

Calla.
Y en el silencio del corazón, escucha:

ERO CRAS — Mañana vendré.

Oración

Ven, Señor Jesús,
tú que eres la Sabiduría del Padre
y conoces el sentido oculto de nuestra vida.
Ilumina nuestras decisiones,
ordena lo que está disperso
y enséñanos a caminar por tus caminos.

Ven, Señor Jesús,
tú que eres el Señor de la historia
y no permaneces indiferente a nuestro clamor.
Mira nuestras esclavitudes visibles y ocultas,
desciende a nuestras pobrezas
y rescátanos con el poder de tu misericordia.

Ven, Señor Jesús,
Raíz fiel que brota cuando todo parece seco.
Sostén nuestra esperanza cansada,
haznos confiar cuando no vemos fruto
y enséñanos a esperar en silencio
el cumplimiento de tus promesas.

Ven, Señor Jesús,
Llave que abre lo que nadie puede abrir.
Libéranos de las prisiones del miedo,
del pecado y del desánimo,
y condúcenos de las tinieblas
a la luz de tu Reino.

Ven, Señor Jesús,
Sol que nace de lo alto.
Ilumina nuestras noches interiores,
guía nuestros pasos por caminos de paz
y no permitas que nos acostumbremos
a vivir sin tu luz.

Ven, Señor Jesús,
Rey humilde y verdadero.
Reina en nuestro corazón,
une lo que está dividido,
haz de nosotros instrumentos de reconciliación
y servidores de tu Reino.

Ven, Señor Jesús,
Emmanuel, Dios con nosotros.
Habita nuestra historia concreta,
permanece en nuestras casas,
camina con nosotros cada día
y haz de nuestro corazón tu morada.

Te esperamos, Señor.
Te deseamos.
Te acogemos.

ERO CRAS — mañana vendrás.
A ti la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.

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