65. Orar con la liturgia: oración colecta del II Domingo de Adviento

  

Oración colecta:
Dios todopoderoso, rico en misericordia,
no permitas que,
cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo,
lo impidan los afanes terrenales,
para que, aprendiendo la sabiduría celestial,
podamos participar plenamente de su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Introducción

El Adviento continúa su camino y esta colecta nos ayuda a discernir el modo de esperar al Señor: con entusiasmo, sí, pero también con un corazón libre. La oración comienza reconociendo a Dios como “rico en misericordia” —fuente inagotable de perdón y de paciencia—, y nos presenta una imagen profundamente espiritual: el creyente sale animoso al encuentro de Cristo, pero puede ser obstaculizado por los afanes terrenales.

El texto nos invita a mantener encendido el impulso del amor, pero purificado de las distracciones, del peso de lo pasajero, de la dispersión interior.
Esperar a Cristo no es huir del mundo, sino vivir en él con el corazón centrado en el cielo, aprendiendo esa “sabiduría celestial” que nos hace participar desde ahora de la vida divina.

Adviento es, pues, una escuela de equilibrio: vivir el mundo sin pertenecerle del todo, mantener el corazón libre en medio de la acción, mirar a Dios mientras caminamos entre los hombres.

1. Invocación inicial

Dios todopoderoso y rico en misericordia,
Tú que conoces mi corazón inquieto,
líbrame de los afanes que me alejan de Ti.
Haz que mi deseo de encontrarte sea firme y puro,
y que nada apague el entusiasmo de mi esperanza.
Enséñame tu sabiduría celestial,
para que, viviendo según tu Espíritu,
participe plenamente de la vida de tu Hijo.
Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Dios todopoderoso, rico en misericordia…”
Todo comienza con una mirada a Dios: poderoso para salvar y misericordioso para sostener. Su omnipotencia se manifiesta en su compasión. Solo confiando en su misericordia podemos mantenernos firmes en el camino hacia Cristo.

  • ¿Confío en la misericordia de Dios como en la fuerza que me sostiene?

  • ¿Me acerco a Él con confianza o con miedo?

“…no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales…”
El alma creyente se pone en marcha, animosa, deseosa de encontrarse con el Señor. Pero a menudo tropieza con distracciones, preocupaciones o apegos. Los “afanes terrenales” no son solo las cosas malas, sino todo aquello que roba tiempo, paz o atención a Dios.
Pedimos que Él mismo proteja nuestro entusiasmo, que nuestra búsqueda no se ahogue en lo urgente ni se distraiga de lo esencial.

  • ¿Qué “afanes terrenales” me impiden caminar libremente hacia Cristo?

  • ¿Sé poner orden entre mis tareas para que el Señor ocupe el centro?

“…para que, aprendiendo la sabiduría celestial…”
La sabiduría celestial es el modo de ver y juzgar las cosas con los ojos de Dios. No se aprende con esfuerzo humano, sino por docilidad al Espíritu. Es la luz interior que nos enseña a valorar lo eterno sobre lo efímero, a vivir con serenidad y discernimiento.

  • ¿Busco la sabiduría de Dios en la oración y en la Palabra?

  • ¿Dejo que su Espíritu me enseñe a distinguir lo esencial de lo secundario?

“…podamos participar plenamente de su vida.”
El fin del camino es la comunión con Cristo: participar de su misma vida, ahora por la gracia y un día en plenitud en el Reino. Quien aprende la sabiduría del cielo ya participa de su vida aquí, porque deja que Cristo viva en él.

  • ¿Deseo realmente participar de la vida de Cristo o me conformo con saber cosas de Él?

  • ¿Qué aspectos de mi vida necesitan ser transformados por su presencia viva?

3. Oración personal

Señor Jesús,
Tú que vienes cada día a buscarme con amor,
enséñame a salir a tu encuentro con el corazón libre.
Guárdame de las preocupaciones que me apartan de Ti,
y haz que mi esperanza sea más fuerte que mis distracciones.
Concédeme tu sabiduría,
para ver las cosas con tus ojos
y caminar hacia la plenitud de tu vida.
Que cada jornada de este Adviento
me acerque un poco más a tu luz.
Amén.

4. Contemplación

Imaginemos a un caminante en medio del desierto. Lleva agua, alimento y rumbo claro. Pero el sol, el cansancio o las voces del camino pueden distraerlo. A veces se detiene, otras casi se desvía.
Así somos nosotros en el Adviento: caminantes hacia Cristo. Los “afanes terrenales” son el polvo que se levanta en el trayecto. Pero el Señor, como nube luminosa, nos guía y protege.
En silencio, contemplemos nuestro propio camino: ¿qué desvía hoy mi mirada del horizonte de Dios? Pidamos volver a alzar los ojos al cielo, donde brilla la estrella de la esperanza.

5. Compromiso

  • Repetir durante el día: “Señor, que nada me aparte de tu camino.”

  • Identificar un “afán terrenal” (preocupación, distracción, apego) y ofrecerlo al Señor, transformándolo en ocasión de oración.

  • Buscar un momento diario de silencio interior para “aprender la sabiduría celestial”.

  • Realizar una obra de servicio con serenidad, sin prisas, como gesto de libertad y amor.

Oración final

Dios todopoderoso, rico en misericordia,
no permitas que,
cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo,
lo impidan los afanes terrenales,
para que, aprendiendo la sabiduría celestial,
podamos participar plenamente de su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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