61. Orar con la liturgia: oración colecta del Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Oración colecta:

Dios todopoderoso y eterno,
aumenta nuestra fe, esperanza y caridad,
y, para que merezcamos conseguir lo que prometes,
concédenos amar tus preceptos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

Introducción

Esta oración es una síntesis luminosa de la vida cristiana: fe, esperanza y caridad, las tres virtudes teologales que nos unen directamente con Dios. No nacen del esfuerzo humano, sino que son dones que el Espíritu Santo siembra en el corazón del creyente.
Pedimos no solo conservarlas, sino que crezcan: que la fe se haga más firme, la esperanza más confiada y la caridad más ardiente.

La segunda parte de la oración une la promesa de Dios con la respuesta humana: solo quien ama los mandamientos puede alcanzar lo que Dios promete. No se trata de merecer por nuestras obras, sino de disponernos, mediante el amor obediente, a recibir la plenitud de sus dones.
Amar los preceptos es reconocer en ellos la expresión del amor divino, no un peso, sino un camino de comunión.

Así, esta colecta nos enseña que vivir las virtudes teologales y amar la ley de Dios es entrar, ya desde ahora, en la dinámica del Reino: una vida sostenida por la gracia y orientada hacia la promesa eterna.

1. Invocación inicial

Dios todopoderoso y eterno,
aumenta en mí la fe que confía,
la esperanza que espera y la caridad que ama.
Haz que encuentre alegría en tus mandamientos
y los cumpla como respuesta de amor.
Que mi vida, guiada por tu Espíritu,
merezca un día alcanzar las promesas
que has preparado para quienes te aman.
Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Dios todopoderoso y eterno…”
El poder y la eternidad de Dios no son fríos atributos: revelan su fidelidad. Su poder sostiene y su eternidad garantiza que sus promesas nunca fallan. Solo en ese Dios estable podemos confiar para que crezcan en nosotros las virtudes que Él mismo nos regala.

  • ¿Confío en el poder de Dios para transformar mi vida?

  • ¿Descanso mi fe en su fidelidad eterna, o me inquieto ante mis propias fragilidades?

“…aumenta nuestra fe, esperanza y caridad…”
Estas tres virtudes son como raíces que alimentan toda la vida espiritual. La fe nos hace ver, la esperanza nos hace caminar, la caridad nos hace amar. Pedimos que crezcan, porque nunca son suficientes: el amor puede ser más puro, la fe más luminosa, la esperanza más firme.

  • ¿Qué virtud necesito que Dios aumente hoy en mí: la fe, la esperanza o la caridad?

  • ¿Me dejo moldear por el Espíritu que las hace crecer?

“…y, para que merezcamos conseguir lo que prometes…”
Dios promete la vida eterna, la comunión plena con Él. “Merecer” no significa ganarla por esfuerzo, sino abrirnos a ella con un corazón dispuesto. Las promesas de Dios se alcanzan cuando el alma vive orientada hacia su amor.

  • ¿Creo en las promesas de Dios como realidades vivas?

  • ¿Vivo ya con esperanza lo que un día espero alcanzar plenamente?

“…concédenos amar tus preceptos.”
El amor es la clave del cumplimiento de la ley. Amar los preceptos no es cumplir por obligación, sino por deseo de agradar a quien amamos. En ellos reconocemos el camino seguro que conduce al bien. Quien ama la voluntad de Dios no siente la ley como carga, sino como libertad.

  • ¿Amo la voluntad de Dios incluso cuando me exige renuncias?

  • ¿Veo en sus mandamientos una expresión de su amor por mí?

3. Oración personal

Señor,
tú que eres fiel en tus promesas y generoso en tus dones,
aumenta en mí la fe que ilumina mi vida,
la esperanza que me sostiene en la prueba
y la caridad que me hace reflejo de tu amor.
Enséñame a amar tus mandamientos
como expresión de tu ternura y tu sabiduría.
Que en cada elección busque agradarte
y camine con confianza hacia la plenitud de tu Reino.
Amén.

4. Contemplación

Imaginemos un árbol junto a un río. Sus raíces profundas beben del agua y lo mantienen firme, incluso cuando sopla el viento.
Así son las virtudes teologales: raíces del alma sumergidas en el amor de Dios.
La fe nos arraiga, la esperanza nos eleva, la caridad nos da fruto.
Y los mandamientos son el cauce por donde corre el agua viva de la gracia.
En silencio, contemplemos este árbol interior: pidamos al Señor que lo fortalezca, lo riegue y lo haga fecundo.

5. Compromiso

  • Repetir durante el día: “Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad.”

  • Leer y meditar un pasaje del Evangelio, buscando descubrir en él un mandamiento que invite al amor.

  • Practicar una obra concreta de caridad como expresión viva de la fe.

  • Renovar la esperanza en un aspecto de la vida donde parezca haberse debilitado.

Oración final

Dios todopoderoso y eterno,
aumenta nuestra fe, esperanza y caridad,
y, para que merezcamos conseguir lo que prometes,
concédenos amar tus preceptos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.


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