El jubileo 2025
1. Un Jubileo especial
Este Jubileo celebra el 2025 aniversario del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. No es algo próximo: nos encontramos ya en el Jubileo, un tiempo de gracia y de conversión interior, para crecer en la comunión y en la relación con Dios, especialmente en las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Todo ello debe reflejarse en nuestra vida diaria, en nuestras actitudes, decisiones y obras.
El origen bíblico del Jubileo se encuentra en el Antiguo Testamento, en el libro del Levítico (Lv 25), donde cada 50 años se proclamaba un año de liberación, perdón de deudas y restauración de la vida, mostrando la misericordia de Dios hacia su pueblo. En el Nuevo Testamento, Jesús concede a los discípulos la gracia de atar y desatar (cf. Mt 16,19; Mt 18,18), es decir, de actuar en su nombre para perdonar los pecados y liberar a los hombres del mal. Todo esto refleja el deseo profundo de Dios de que todos los hombres se salven y experimenten la plenitud de su amor.
Este Jubileo quiere ser un año en el que todos puedan experimentar que la esperanza cristiana no defrauda, porque está anclada en Cristo resucitado, desde su nacimiento y encarnación hasta su gloriosa resurrección.
2. La indulgencia plenaria
El Jubileo nos ofrece la gracia particular de la indulgencia plenaria, que significa perdón completo de la pena temporal por los pecados ya perdonados en confesión sacramental. Para recibirla es necesario:
-
Confesión sacramental reciente (habitualmente dentro de los 8 días antes o después de recibir la indulgencia).
-
Comunión eucarística.
-
Oración por las intenciones del Papa.
-
Realizar el acto indicado por la Iglesia para obtener la indulgencia: atravesar la Puerta Santa de una basílica, participar en peregrinaciones, actos de caridad o oración.
La indulgencia plenaria solo puede recibirse una vez al día y puede ofrecerse para uno mismo o para un difunto. Esto nos invita a vivir la conversión de corazón y la reparación de nuestras faltas, mientras profundizamos en la misericordia de Dios.
3. Peregrinación y basílicas mayores
Uno de los signos centrales del Jubileo es la peregrinación a las basílicas mayores de Roma. Estas incluyen:
-
San Pedro: centro de la Iglesia y tumba del Apóstol, símbolo de unidad y fe.
-
San Pablo fuera de las murallas: lugar del martirio y de la fidelidad al Evangelio.
-
San Juan de Letrán: catedral del Obispo de Roma, representación de la Iglesia universal.
-
Santa María la Mayor: expresión de la devoción mariana y de la misericordia de Dios.
San Felipe Neri añadió a la peregrinación tres iglesias adicionales:
-
Santa Cruz en Jerusalén: meditación sobre la Pasión de Cristo y la redención.
-
San Lorenzo fuera de las murallas: testimonio de los mártires y la fidelidad en la caridad.
-
San Sebastián fuera de las murallas: símbolo de fortaleza en la fe y perseverancia.
Esta peregrinación no es solo un recorrido físico: es un camino de fe, penitencia y reconciliación. Al recorrer estos templos, los peregrinos experimentan la cercanía de Dios, y recuerdan que permanecen en nosotros consecuencias o heridas que necesitan purificación, conocidas en la teología como pena. La gracia del Jubileo fortalece nuestra vida espiritual, profundiza nuestra relación con los sacramentos y nos permite experimentar la misericordia del Señor en la vida cotidiana.
4. Peregrinos de la esperanza
El lema del Jubileo 2025 es “Peregrinos de la esperanza”. La Iglesia nos recuerda que la esperanza no es un simple optimismo humano, ni una ilusión pasajera, sino una virtud teologal, un don que Dios mismo pone en nuestro corazón para sostenernos en medio de las pruebas y abrirnos al futuro de la vida eterna.
La esperanza cristiana nace de un hecho concreto: el nacimiento del Hijo de Dios en Belén y su resurrección gloriosa en Jerusalén. En la Encarnación, Dios ha entrado en nuestra historia y no nos deja nunca; en la Resurrección, Cristo ha vencido definitivamente al pecado y a la muerte, abriendo para nosotros el horizonte de una vida nueva que no termina. Por eso, “la esperanza cristiana no defrauda, porque está anclada en Cristo resucitado” (cf. Rm 5,5).
Hoy vivimos tiempos de incertidumbre, de conflictos, de heridas sociales y personales que generan miedo y desconfianza. Precisamente por eso, la esperanza es más necesaria que nunca: ella nos permite mirar más allá de las dificultades, creer que el bien es más fuerte que el mal, y caminar con confianza sabiendo que Dios conduce la historia hacia la plenitud de su Reino.
Ser peregrinos de la esperanza significa vivir este Jubileo dejándonos guiar por esa certeza interior: que Cristo camina con nosotros, que la gracia de Dios actúa incluso en lo que no entendemos, y que cada paso en la fe, la caridad y la conversión nos acerca al encuentro definitivo con Él. El cristiano, sostenido por la esperanza, se convierte también en testigo de esperanza para los demás, llevando al mundo un mensaje de luz, consuelo y paz.
5. Conclusión: conversión del corazón y crecimiento espiritual
El Jubileo es un tiempo privilegiado de conversión del corazón, de aumento de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La conversión no se limita a una experiencia interna: debe reflejarse en nuestras obras, en la relación con el Señor, en la calidad y profundidad de la vivencia de los sacramentos, en la oración personal y en la confianza plena en Dios.
Asimismo, la conversión se manifiesta en la relación con los hermanos: en caridad, paciencia, humildad, comprensión y servicio. El Jubileo nos llama a hacer visible la gracia que recibimos, llevando esperanza, consuelo y amor a quienes nos rodean, siendo testigos vivos de la misericordia de Dios en el mundo.
Comentarios
Publicar un comentario