43. Orar con la liturgia: oración colecta de la Solemnidad de Pentecostés

 Catequesis mistagógica sobre la oración colecta de la misa del dia de la Solemnidad de Pentecostés

Pentecostés es la culminación de la Pascua, el momento en el que la promesa de Jesús se cumple plenamente: el envío del Espíritu Santo sobre los discípulos. Este acontecimiento marca el nacimiento de la Iglesia, que se convierte en un pueblo lleno de la presencia y los dones del Espíritu. La oración colecta de este día nos invita a vivir la plenitud de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, pidiendo que Él nos transforme y nos capacite para llevar la luz del Evangelio a todos los pueblos y naciones.

1. Invocación inicial

Al comenzar nuestra oración, nos dirigimos a Dios, pidiéndole que santifique la Iglesia con el don del Espíritu Santo, tal como lo hizo en los primeros tiempos del cristianismo.

“Señor, por el don de tu Espíritu, santifica tu Iglesia. Que cada uno de nosotros seamos transformados por tu presencia y convertidos en testigos vivos de tu amor. Amén.”

2. Escucha y meditación de la oración colecta

Oración colecta de la Solemnidad de Pentecostés:

“Oh, Dios, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica.”

“Oh, Dios, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones”

El misterio de Pentecostés no es solo un evento del pasado, sino que santifica a toda la Iglesia en el presente. Pentecostés es el momento en el que el Espíritu Santo da su vida a la Iglesia, la constituye como un pueblo santo, llamado a estar presente en todos los pueblos y naciones. La Iglesia, como pueblo de Dios, no está limitada a un espacio o una cultura, sino que está destinada a ser un signo de unidad para toda la humanidad.

Preguntas para meditar:

  • ¿Cómo siento que el Espíritu Santo santifica mi vida y la vida de la Iglesia?

  • ¿De qué manera puedo colaborar en hacer presente la Iglesia en mi comunidad, en mi trabajo, y en las situaciones cotidianas?

“Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra”

La acción del Espíritu Santo no se limita a un lugar, sino que abarca todos los confines de la tierra. El Espíritu derrama sus dones de manera universal, invitando a todos los pueblos a participar de la vida nueva en Cristo. En cada rincón del mundo, el Espíritu está actuando, fortaleciendo y guiando a los discípulos para que sean testigos de Jesús.

La Iglesia no es un grupo cerrado, sino que está en constante misión, llevando los dones del Espíritu a todo lugar. Cada uno de nosotros es llamado a ser parte de esa misión, llevando la luz del Evangelio a los que nos rodean y siendo instrumentos de unidad y paz en un mundo dividido.

Preguntas para meditar:

  • ¿Cómo estoy llevando yo los dones del Espíritu a los demás?

  • ¿En qué áreas de mi vida puedo ser más generoso al compartir los dones que he recibido del Espíritu?

“Y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica”

La oración nos recuerda que el Espíritu no solo se manifiesta en hechos extraordinarios, sino que sigue realizando maravillas en el corazón de los creyentes. Al igual que en los primeros tiempos de la Iglesia, el Espíritu sigue transformando y renovando el corazón de los fieles, haciendo nuevas todas las cosas. No solo estamos llamados a recordar los primeros días de la predicación del Evangelio, sino a ser testigos vivos de cómo el Espíritu sigue trabajando en nosotros y a través de nosotros.

Preguntas para meditar:

  • ¿Cómo el Espíritu Santo ha obrado maravillas en mi vida?

  • ¿Estoy abierto a permitir que el Espíritu continúe transformando mi corazón y mi vida, tal como lo hizo con los primeros discípulos?

3. Oración personal

A partir de la oración colecta, elevamos nuestras súplicas al Señor, pidiendo que el Espíritu nos guíe y nos fortalezca:

  • Santificación por el Espíritu:
    “Señor, hazme un instrumento de tu santificación. Que mi vida sea una manifestación viva de tu presencia en medio del mundo.”

  • Misión universal del Espíritu:
    “Derrama tus dones sobre mí y sobre todos los pueblos, para que seamos una sola Iglesia, un solo Cuerpo en Cristo, llevando tu mensaje de esperanza.”

  • Maravillas del Espíritu:
    “Que el Espíritu Santo transforme mi corazón, tal como transformó a los primeros discípulos. Haz que mi vida sea un testimonio de tu poder y de tu amor.”

4. Contemplación

Imaginamos a los apóstoles reunidos en el cenáculo, llenos de miedo y de incertidumbre. De repente, el viento fuerte y las lenguas de fuego descienden sobre ellos, transformando sus corazones. Ahora, con valentía, salen a predicar, proclamando las maravillas de Dios a todos los pueblos. Ellos, que antes se sentían pequeños y débiles, son ahora fueron transformados por la fuerza del Espíritu.

Visualizamos cómo el Espíritu también desciende sobre nosotros en este momento, tocando lo más profundo de nuestro ser. Sentimos su presencia que nos llena de paz y de gozo, y entendemos que, como los primeros apóstoles, estamos llamados a ser testigos de Cristo en el mundo.

5. Compromiso

Para vivir esta oración en nuestra vida:

  • Colaborar con el Espíritu Santo en la santificación: Recibir los dones del Espíritu y dejar que Él me transforme, para ser un testigo fiel de Jesús.

  • Ser testigos en mi entorno: Llevar el mensaje del Evangelio, haciendo presente la Iglesia en todos los rincones de mi vida.

  • Abrazar la misión universal: No limitar el don del Espíritu solo a mi entorno cercano, sino reconocer que el Espíritu se derrama sobre todos los pueblos y naciones.

Rezamos nuevamente la oración colecta:

“Oh, Dios, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica.”

Que el Espíritu Santo nos fortalezca en nuestra misión y nos transforme en auténticos testigos del Resucitado, para llevar la luz del Evangelio a todos los confines de la tierra.

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