45. Orar con la liturgia: Oración colecta Solemnidad Cuerpo y la Sangre de Cristo

Introducción

Celebrar la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es renovar nuestra fe en el sacramento de la Eucaristía: presencia real de Jesús, memorial de su entrega y fuente de vida para la Iglesia. En esta fiesta, la Iglesia contempla y adora al Señor que se queda para siempre con nosotros bajo las especies del pan y del vino, y se deja comer como alimento de vida eterna. La oración colecta de este día nos invita a venerar con amor profundo este misterio, y a dejarnos transformar por su fruto: la redención que brota de la cruz y se hace presente en cada Eucaristía.

1. Invocación inicial

Nos dirigimos a Dios con asombro y gratitud, reconociendo el don inmenso de la Eucaristía, memorial de la pasión de Cristo:

Señor Jesús, que has querido quedarte con nosotros en el Sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, enséñanos a venerarte con amor, a reconocerte presente en cada misa y a vivir alimentados por tu entrega.
Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

Oración colecta:

Oh, Dios,
que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú, que vives y reinas con el Padre…

“Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión…”

La Eucaristía es el memorial vivo de la pasión de Cristo. No es solo un recuerdo, sino la actualización sacramental del mismo amor con el que Jesús se entregó en la cruz. En cada misa, se hace presente el sacrificio redentor, y se nos da como alimento. La Eucaristía es admirable porque nos introduce en el corazón del misterio pascual: Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Preguntas para meditar:

  • ¿Vivo la misa como el momento en que Cristo se entrega hoy por mí?
  • ¿Me acerco a la Eucaristía con el asombro y el amor que merece este “sacramento admirable”?

“…te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre…”

Venerar es mucho más que asistir: es entrar en actitud de adoración, de reverencia, de fe viva. Quien venera la Eucaristía no solo contempla el pan consagrado, sino que se deja tocar por su presencia, se pone de rodillas ante el Dios que se hace pequeño, y desea vivir de ese misterio. Venerar conlleva abrir el corazón, preparar el alma, cuidar la comunión con Cristo.

Preguntas para meditar:

  • ¿Cómo venero los misterios eucarísticos? ¿Qué actitudes tengo ante el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
  • ¿Me preparo para comulgar con fe y amor, o me acerco con rutina o superficialidad?

“…que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.”

La Eucaristía no es solo presencia ni solo sacrificio: es redención que se actualiza en nosotros. El fruto de la redención es la vida nueva en Cristo, la libertad del pecado, la capacidad de amar con el amor que hemos recibido. Comulgar es dejarnos transformar por Él. El Señor no entra en nosotros para pasar desapercibido, sino para dar fruto: paz, alegría, perdón, entrega, comunión.

Preguntas para meditar:

  • ¿Qué frutos veo en mi vida como consecuencia de recibir la Eucaristía?
  • ¿Deseo que la comunión con Cristo me transforme y me haga más semejante a Él?

3. Oración personal

Memorial vivo:

Jesús, Tú que te entregaste por mí en la cruz y actualizas ese amor en cada misa, hazme vivir cada Eucaristía con fe viva, como encuentro contigo.

Veneración y adoración:

Señor, enséñame a venerar tus sagrados misterios con todo mi corazón. Que nunca me acostumbre a tu presencia, sino que te adore con reverencia y humildad.

Fruto de la redención:

Haz, Señor, que recibiéndote a Ti, viva como redimido. Que tu presencia en mí dé fruto de amor, de misericordia y de entrega a los demás.

4. Contemplación

Contemplamos a Jesús en el cenáculo, tomando el pan en sus manos, bendiciéndolo, partiéndolo y entregándolo a sus discípulos con estas palabras: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.” En ese momento, Jesús anticipa su pasión, se da antes de ser entregado, y ofrece su vida como alimento.

Imaginamos la escena. Estamos allí, junto a los discípulos. Sentimos su mirada llena de amor. Recibimos el pan consagrado de sus propias manos. Luego lo vemos en la cruz, cumpliendo con su vida lo que nos dio como memorial. Entendemos que el pan partido y la sangre derramada son el precio de nuestra salvación. Y adoramos.

5. Compromiso

  • Vivir cada Eucaristía como memorial: Participar de la misa con fe profunda, sabiendo que allí se hace presente el amor redentor de Cristo.
  • Venerar el Cuerpo y la Sangre del Señor: Cuidar nuestra actitud interior y exterior en la comunión, adorando con el corazón y con el cuerpo al Señor presente.
  • Dar fruto de redención: Permitir que la Eucaristía transforme nuestra vida cotidiana, y nos haga instrumentos de comunión, de servicio, de misericordia.

Oración final

Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Que al recibir a Cristo en la Eucaristía, nos dejemos transformar por Él, para ser signos vivos de su amor en el mundo.

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