Día 76 - Los guardias en la tumba (Mt 27, 62-66)

 Día 76

1. Invoca al Espíritu Santo

2. La Palabra de Dios

Los guardias en la tumba (Mt 27, 62-66)

62 A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato 63 y le dijeron: «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”.

64 Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».

65 Pilato contestó: «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis»

66 Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.

3. La Palabra ilumina

Este episodio, referido solo por Mateo, esta empapado de una sutil ironía y tiene una doble intención. Desde la perspectiva narrativa anticipa el relato de la resurrección, anunciada previamente por los sumos sacerdotes y por los fariseos, cerrados obstinadamente al misterio de Jesús (vv. 63s; cf. 28,11-14). Sin embargo, hay también en el fragmento una finalidad polémica, como se capta un poco mas adelante (28,15). 

Puesto que tras la caída de Jerusalén y la diáspora judía ya no era posible comprobar los rumores que se difundían para poner obstáculos a la difusión del cristianismo, los judíos podían oponerse al anuncio de la resurrección sosteniendo que el sepulcro de Cristo fue encontrado, efectivamente, vacío, pero porque había sido robado por sus discípulos, según el testimonio de los guardias apostados en la tumba. El evangelista toma en consideración ese rumor y manifiesta su carácter absurdo. «Al día siguiente, es decir, el día después de la preparación de la Pascua...» (v. 62) significa, en efecto, el sábado, que, además, coincidía con la Pascua judía (cf. Jn 19,31). En consecuencia, ese día los guías espirituales, infringiendo todas las normas, habrían estado en plena actividad (v. 62); se habrían contaminado acercándose a un pagano, habrían salido de la ciudad ante los ojos de todos sin preocuparse de la prohibición religiosa y, encima, para ir a sellar un sepulcro (ulterior contaminación). 

Todas conforman una serie de infracciones tan gravísimas como inútiles, porque los eventuales ladrones del cadáver hubieran debido actuar la noche precedente, con el favor de las tinieblas, dado que los profanadores de tumbas eran castigados con la pena de muerte; por otra parte, los discípulos no habrían cerrado de nuevo, ciertamente, el sepulcro si hubieran tenido la intención de proclamar la resurrección del cuerpo que habían robado... 

Así pues, Mateo demuestra que la presencia de los guardias en el sepulcro de Jesús es poco plausible y que, de todos modos, los judíos no podían presentarlos como testigos del robo del cadáver de Jesús: su testimonio sería, efectivamente, absurdo (v. 66) o bien imposible de atender (28,13).

El episodio de los guardias del sepulcro marca una línea divisoria no tanto entre la muerte de Jesús y su resurrección, como entre la fe -es decir, la aceptación del kerigma- y la obstinada y absurda incredulidad. Jesús yace en el sepulcro: dentro de poco se revelará como Señor omnipotente. Sin embargo, permanece impotente ante la cerrazón de los corazones. Jesús, libre de los lazos de la muerte, permanecerá ligado para siempre a la opción libre del hombre.

4. Dialoga con el Señor

Oh Cristo, líbrame de la cerrazón, de poner razón como algo radical y por encima de todo lo demás. ¿Doy más peso a la razón que a otros sentidos tan reales o que se pueden verificar?

Vence en mi, oh Cristo, el orgullo que produce que no esté abierto a la sorpresa de la fe y hazme testigo alegre ante el mundo.

Dios te bendiga.

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