Una vida más eucarística 2: Agradecimiento
Segundo paso:
La Eucaristía es agradecimiento
Segundo motivo, la Eucaristía es una acción de gracias de la Iglesia al Padre. En algunas de las oraciones de la misa, si estamos atentos, escucharemos «te damos gracias», «agradecidos». Pero, sobre todo, en el momento en el que empieza la parte solemne de la Eucaristía el sacerdote nos dice: «demos gracias al Señor nuestro Dios», a lo que respondemos: «es justo y necesario». Esta acción de gracias es por un motivo concreto: es una acción de gracias a Dios Padre porque ha entregado a su Hijo Jesús para nuestra salvación y porque lo ha hecho gratuitamente.
Participar en la Eucaristía nos ayuda a ser agradecidos en la vida. La gratitud a Dios nos lleva a amar más a Dios; gratitud y amor van unidos. Se puede dar gracias a Dios de muchas maneras, y cada uno podría pensar una distinta, pero hay un modo que es el más elevado: el sacramento de la Eucaristía. Dios quiere que le demos gracias porque nos ayuda a ser más fieles. La fidelidad, el amor y la gratitud están muy relacionados.
Si nos aparece un regalo delante de nosotros, queremos saber quién nos lo ha regalado para agradecérselo. El regalo, aunque tenga un motivo, como un cumpleaños, si es de verdad y sincero, no espera nada a cambio, es gratuito. Si no, deja de ser un regalo. Saber quién me lo ha regalado me lleva a amarle más y a serle más fiel. ¡Lo mismo en la Eucaristía! Dios nos da un regalo, su Hijo, en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía y cuanto más participemos, profundicemos y reconozcamos este regalo, más disfrutamos de la misa. Esto nos lleva en el día a día a ser más conscientes de los regalos que Dios nos da y de los pequeños detalles de amor que Dios tiene con cada uno, a respetar al que tengo al lado y a agradecer lo que también esa persona hace por mí, por ejemplo.
Un día, Jesús curó a diez leprosos y solo uno volvió a dar gracias. Jesús alabó a esa persona y le puso de ejemplo (aquí tienes el pasaje). El agradecido es aquel que sabe que ha recibido un regalo gratuitamente y por amor. A nosotros, Dios no nos da lo que merecemos (seguramente algún palo), sino que nos da una gran entrega de amor, como es la Eucaristía, para que después nosotros vivamos ese agradecimiento con los demás.
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