Una vida más eucarística 2: Agradecimiento

Segundo paso:

La Eucaristía es agradecimiento


Eucaristía significa 'acción de gracias'. ¿Por qué? Por varios motivos: primero, es lo que hizo Jesús con el pan y el vino: «Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía"» (Lc 22,19). «Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: "Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados."» (Mt 26,27-28).

Segundo motivo, la Eucaristía es una acción de gracias de la Iglesia al Padre. En algunas de las oraciones de la misa, si estamos atentos, escucharemos «te damos gracias», «agradecidos». Pero, sobre todo, en el momento en el que empieza la parte solemne de la Eucaristía el sacerdote nos dice: «demos gracias al Señor nuestro Dios», a lo que respondemos: «es justo y necesario». Esta acción de gracias es por un motivo concreto: es una acción de gracias a Dios Padre porque ha entregado a su Hijo Jesús para nuestra salvación y porque lo ha hecho gratuitamente.

Participar en la Eucaristía nos ayuda a ser agradecidos en la vida. La gratitud a Dios nos lleva a amar más a Dios; gratitud y amor van unidos. Se puede dar gracias a Dios de muchas maneras, y cada uno podría pensar una distinta, pero hay un modo que es el más elevado: el sacramento de la Eucaristía. Dios quiere que le demos gracias porque nos ayuda a ser más fieles. La fidelidad, el amor y la gratitud están muy relacionados. 

Si nos aparece un regalo delante de nosotros, queremos saber quién nos lo ha regalado para agradecérselo. El regalo, aunque tenga un motivo, como un cumpleaños, si es de verdad y sincero, no espera nada a cambio, es gratuito. Si no, deja de ser un regalo. Saber quién me lo ha regalado me lleva a amarle más y a serle más fiel. ¡Lo mismo en la Eucaristía! Dios nos da un regalo, su Hijo, en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía y cuanto más participemos, profundicemos y reconozcamos este regalo, más disfrutamos de la misa. Esto nos lleva  en el día a día a ser más conscientes de los regalos que Dios nos da y de los pequeños detalles de amor que Dios tiene con cada uno, a respetar al que tengo al lado y a agradecer lo que también esa persona hace por mí, por ejemplo.

Un día, Jesús curó a diez leprosos y solo uno volvió a dar gracias. Jesús alabó a esa persona y le puso de ejemplo (aquí tienes el pasaje). El agradecido es aquel que sabe que ha recibido un regalo gratuitamente y por amor. A nosotros, Dios no nos da lo que merecemos (seguramente algún palo), sino que nos da una gran entrega de amor, como es la Eucaristía, para que después nosotros vivamos ese agradecimiento con los demás.

Recuerda, la Eucaristía no es solo una celebración aislada en tu vida, sino que tiene que tener un eco, una prolongación. Hemos dado ya dos pasos para tener una vida más Eucarística:
Paso 1: Tener hambre de la Eucaristía, tener hambre de Dios.
Paso 2: Eucaristía es agradecimiento

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta Pierbattista Card. Pizzaballa

El árbol de navidad un signo cristiano

El misterio del Belén