Una vida más eucarística 3: Caridad

Una vida más Eucarística

Tercer Paso: 

La Eucaristía es caridad

La Eucaristía es sacramento de caridad, es decir, signo visible del amor de Dios. ¿Por qué? Porque en cada Eucaristía vivimos el Cenáculo, el Calvario y el sepulcro: la Última Cena; la pasión, muerte y resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo. 

La exhortación Sacramentum Caritatis nos invita a profundizar en ello: 

Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor "más grande", aquel que impulsa a "dar la vida por los propios amigos" (cf. Jn 15,13).

Jesús se entrega por amor en la Eucaristía, para amarnos y para estar en cada uno de nosotros. Lo hace por amor y para amar. Y no se queda solo en un "gesto" de bendecir, partir y dar el pan diciendo que es su cuerpo y el cáliz como su sangre, sino que lo lleva al amor extremo: a la vida. Jesús se entrega en la Cruz por cada uno de nosotros. El único fin de su vida: el amor, la pasión, la caridad por el hombre al que quiere redimir y restaurar, al que quiere salvar: "yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10).

La Eucaristía nos hace vivir en unión en el amor (en comunión, en común unión) con Dios y con nuestros hermanos. La Eucaristía bien vivida, en conciencia y participando, transforma nuestro interior para que vivamos de la caridad, del amor y de la misericordia. El amor a los demás y el preocuparnos por la familia, los amigos, los demás de la parroquia y todo aquel que nos rodea es fruto del Pan de Vida. Es lo que hizo Jesús.
Según como se alimente la planta, así serán los frutos: si no se riega y no recibe luz, la planta se secará y dará frutos malos o no dará ni uno solo. Esto sucede cuando no tenemos amor, cuando no nos alimentamos ni del Pan de la Palabra ni del Pan de la Eucaristía. En cambio, cuando la planta recibe la luz del sol y el agua adecuada, crece fuerte y da mucho fruto. Así, en nuestra vida, participar activamente en la Misa nos fortalece y llena de amor nuestro corazón. De este modo, el gran acto de amor que celebramos en la Eucaristía nos empuja también a cada uno de nosotros a dar frutos de actos de amor.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo vivo el amor a los demás? ¿Hay algún momento en el que me cuesta especialmente?

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