66. Orar con la liturgia: oración colecta del I Domingo de Adviento
Oración colecta:
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso,
el deseo de salir acompañados de buenas obras
al encuentro de Cristo que viene,
para que, colocados a su derecha,
merezcan poseer el reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Introducción
Comienza el Adviento, tiempo de esperanza vigilante, de espera activa del Señor que viene. Esta oración nos enseña que el Adviento no es solo un tiempo de preparación exterior, sino un camino interior de deseo y de obras.
No basta esperar: hay que salir al encuentro. No se trata de una espera pasiva, sino del dinamismo del amor que se adelanta, del corazón que se prepara con gozo para recibir a Aquel que viene a salvar.
Pedimos a Dios que despierte en nosotros el deseo santo de encontrarnos con Cristo y que este deseo se traduzca en obras buenas, signo visible de la fe viva. El encuentro con el Señor no será fruto del azar, sino del amor que se dispone y actúa.
La meta final —“ser colocados a su derecha y poseer el Reino”— ilumina toda la existencia cristiana: vivimos orientados hacia el encuentro definitivo con Cristo, Juez y Salvador, cuya venida transformará la historia y coronará la fidelidad de los creyentes.
1. Invocación inicial
Dios todopoderoso,
despierta en mi corazón el deseo de tu venida.
Haz que te espere no con temor, sino con amor,
acompañando mi fe con obras buenas.
Que cada día sea un paso hacia Ti,
para que, cuando vengas en gloria,
me encuentres vigilante y con el corazón encendido.
Amén.
2. Escucha y meditación de la oración colecta
“Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir…”
Todo comienza con un don: el deseo. No somos nosotros quienes encendemos por cuenta propia el anhelo de Dios; Él mismo lo infunde en nuestro interior. Salir al encuentro implica movimiento, vigilancia y esperanza. La fe no se encierra, camina.
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¿Está vivo en mí el deseo del encuentro con Cristo?
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¿Me quedo esperando pasivamente o salgo a su encuentro en la oración, el servicio y la caridad?
“…acompañados de buenas obras…”
El Adviento une deseo y acción. Las buenas obras son la forma concreta de expresar nuestra espera. No se trata de hacer por hacer, sino de obrar por amor, como respuesta a la presencia de Cristo que ya actúa en nosotros.
La espera cristiana es fecunda: mientras el Señor viene, nosotros hacemos visible su amor.
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¿Qué obras buenas acompañan mi espera del Señor?
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¿Dejo que mi fe se traduzca en gestos concretos de justicia, caridad y misericordia?
“…al encuentro de Cristo que viene…”
Cristo vino en la historia, viene ahora en los sacramentos y vendrá en la gloria. Cada encuentro con Él nos prepara para el último y definitivo. La liturgia nos educa en esta triple venida: recordar, acoger y esperar.
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¿Reconozco las venidas cotidianas de Cristo en la Eucaristía, en la Palabra, en los hermanos?
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¿Vivo cada día como un “adviento”, una oportunidad de encuentro con Él?
“…para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos.”
La meta del Adviento es el Reino, no un premio externo, sino la comunión plena con Dios. Estar a la derecha de Cristo significa participar de su victoria sobre el mal, ser acogidos por Él como siervos fieles y amigos del Reino.
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¿Aspiro sinceramente al Reino de los cielos como meta de mi vida?
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¿Mi corazón se orienta hacia lo eterno o se dispersa en lo pasajero?
3. Oración personal
Señor Jesús,
Tú que vienes cada día a buscarme,
enciende en mí el deseo de salir a tu encuentro.
Haz que mi fe se traduzca en obras de amor y esperanza.
Que mi vida, vigilante y entregada,
te espere con alegría y confianza.
Y cuando llegues en tu gloria,
acógeme entre los que están a tu derecha,
para vivir contigo en el Reino sin fin.
Amén.
4. Contemplación
Imaginemos a la Iglesia como una esposa que aguarda al esposo.
En la penumbra de la noche, su lámpara permanece encendida; su corazón, despierto. Cada gesto de amor, cada oración, cada acto de justicia es una chispa que mantiene viva la llama.
Así debe ser el alma en Adviento: una lámpara que no se apaga, un corazón que espera, una vida que se prepara.
En silencio, dejemos que crezca en nosotros el deseo de Cristo. Que su venida no nos sorprenda, sino que nos encuentre en camino, con la luz de la fe ardiendo.
5. Compromiso
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Repetir durante el día: “Ven, Señor Jesús, y encuentra mi corazón dispuesto.”
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Realizar una obra buena como expresión concreta del deseo de su venida.
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Dedicar un tiempo diario a la oración silenciosa, para alimentar la espera interior.
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Vivir esta semana de Adviento con espíritu de reconciliación y esperanza activa.
Oración final
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso,
el deseo de salir acompañados de buenas obras
al encuentro de Cristo que viene,
para que, colocados a su derecha,
merezcan poseer el reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
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