65. Orar con la liturgia: oración colecta de la Solemnidad de Cristo Rey del Universo

  Oración colecta:

Dios todopoderoso y eterno,
que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado,
Rey del Universo,
haz que la creación entera, liberada de la esclavitud,
sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

Introducción

Con la solemnidad de Cristo Rey concluimos el año litúrgico, contemplando el destino último de toda la historia: todo ha sido creado por Cristo y para Cristo, y en Él todo encuentra su plenitud.
La oración colecta proclama esta verdad central: Dios ha querido “recapitular todas las cosas en su Hijo”, es decir, reunir, ordenar y restaurar el universo entero en Cristo, que es el Señor de la vida y de la historia.

El Reino de Cristo no se impone con poder humano, sino con el amor que libera. Por eso pedimos que la creación entera, liberada de la esclavitud, sirva a su majestad y le glorifique. La esclavitud que mencionamos no es solo la del pecado o del mal, sino todo aquello que impide al hombre y al mundo reflejar la armonía original del amor de Dios.

Así, esta oración nos invita a vivir bajo el señorío de Cristo, reconociendo que servirle es reinar con Él. Su trono es la cruz, su corona es el amor, y su poder se manifiesta en la misericordia que transforma.

1. Invocación inicial

Cristo Rey del Universo,
Señor de la historia y del corazón humano,
recapitula en Ti todas las cosas,
y haz que mi vida se ordene en torno a tu amor.
Libérame de toda esclavitud del egoísmo y del miedo,
para que pueda servirte con libertad y alegría.
Que mi existencia entera sea alabanza a tu majestad
y gloria a tu nombre sin fin.
Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Dios todopoderoso y eterno, que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo…”
“Recapitular” significa reunir, integrar, poner bajo una misma cabeza: Cristo. Él es el centro que da sentido a todo. En Él convergen la historia, la creación y la redención. Nada queda fuera de su señorío. Todo lo disperso, roto o herido encuentra en Él su unidad.

  • ¿Reconozco a Cristo como centro de mi vida y de toda la creación?

  • ¿Permito que Él ordene mi corazón y mis decisiones según su Reino de amor?

“…haz que la creación entera, liberada de la esclavitud…”
El Reino de Cristo es un reino de libertad. La esclavitud del pecado, de la injusticia, del egoísmo o del miedo impide que el mundo viva en la armonía querida por Dios. Al orar así, pedimos que su Espíritu renueve la tierra, comenzando por nuestro propio corazón.

  • ¿Qué esclavitudes personales o colectivas necesitan ser liberadas por Cristo?

  • ¿Soy testigo de la libertad que el Evangelio ofrece al mundo?

“…sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.”
La finalidad del Reino no es dominar, sino glorificar: toda la creación está llamada a alabar a Dios. Servir a su majestad no es someterse a un poder extraño, sino participar de su gloria, viviendo en comunión con su amor. La gloria de Dios es el hombre vivo, y el hombre vive plenamente cuando reconoce y sirve al Señor.

  • ¿Sirvo a Cristo desde el amor, reconociendo su realeza en mi vida diaria?

  • ¿Procuro que mi modo de vivir sea alabanza a su majestad?

3. Oración personal

Señor Jesucristo,
Rey del universo y de mi corazón,
Tú reúnes en Ti todo lo que está disperso,
y haces nuevas todas las cosas.
Somete mi corazón a tu Reino de amor,
libérame del pecado y del orgullo,
y hazme servidor de tu majestad en la vida cotidiana.
Que mi existencia entera sea canto de alabanza
y testimonio de tu victoria sobre el mal y la muerte.
Tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por los siglos de los siglos.
Amén.

4. Contemplación

Contemplemos a Cristo en su trono, no de oro, sino de cruz.
Sus brazos abiertos abrazan el mundo entero, sus manos heridas reinan con misericordia.
A su lado están María y el buen ladrón, primeros ciudadanos de su Reino.
Su mirada no condena: atrae y salva.
En silencio, dejemos que su realeza transforme nuestro corazón.
Allí donde Él reina, hay paz; donde Él gobierna, hay libertad; donde Él habita, todo canta la gloria de Dios.

5. Compromiso

  • Repetir durante el día: “Cristo Rey, reina en mi corazón y en el mundo.”

  • Buscar que una acción concreta de cada día —en el trabajo, la familia o la comunidad— sea ofrecida como acto de servicio al Reino de Cristo.

  • Promover gestos de reconciliación, justicia o cuidado de la creación, signos del Reino que libera.

  • Adorar a Cristo en la Eucaristía, reconociendo su presencia real como centro del universo y de la vida.

Oración final

Dios todopoderoso y eterno,
que quisiste recapitular todas las cosas
en tu Hijo muy amado, Rey del Universo,
haz que la creación entera, liberada de la esclavitud,
sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.


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