54. Orar con la liturgia: oracion colecta del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario


Introducción

Esta colecta nos recuerda que Dios es el único que posee toda perfección. Nada en el mundo, por más grande o valioso que sea, puede compararse con Él. De ese Dios perfecto recibimos el don de amar su nombre, es decir, reconocer su santidad y vivir en relación con Él. Cuando la piedad —la confianza y amor filial hacia Dios— crece en nosotros, no solo se encienden buenas obras, sino que Dios mismo las alimenta y las conserva con su amorosa solicitud. Es una invitación a confiar en que nuestra vida de fe no depende solo de nuestro esfuerzo, sino de la fidelidad constante de Dios.

1. Invocación inicial

Dios todopoderoso y perfecto,
infunde en mi corazón el amor de tu santo nombre.
Haz crecer en mí la piedad,
para que todo bien que siembres en mi vida
sea alimentado y custodiado por tu amor fiel.
Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Dios todopoderoso, que posees toda perfección…”
Solo Dios es perfecto en amor, justicia y misericordia. Reconocer su perfección nos ayuda a no absolutizar nada en el mundo, sino a poner toda nuestra confianza en Él.

  • ¿Reconozco a Dios como único perfecto en mi vida?

  • ¿Busco perfección en cosas humanas que tarde o temprano fallan?

“…infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre…”
Amar el nombre de Dios es amarlo a Él mismo. Su nombre revela quién es: el Dios cercano, fiel y santo. Cuando su nombre habita en nuestro corazón, nuestra vida se convierte en alabanza.

  • ¿Qué significa para mí amar el nombre de Dios?

  • ¿Con qué frecuencia invoco su nombre con confianza y reverencia?

“…y concédenos que, al crecer nuestra piedad…”
La piedad no es simple devoción externa, sino confianza filial, ternura y obediencia amorosa hacia Dios. Crecer en piedad significa profundizar en la relación viva con Él.

  • ¿Cómo cultivo mi relación filial con Dios día a día?

  • ¿Es mi piedad un gesto exterior o una actitud interior constante?

“…alimentes todo bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves.”
Toda obra buena que surge en nuestra vida es un don de Dios. No basta con iniciarla: pedimos que Él mismo la alimente y la sostenga, porque nuestras fuerzas son frágiles. Dios no solo da el inicio, sino que acompaña con amor todo el camino.

  • ¿Reconozco que el bien en mi vida viene de Dios?

  • ¿Confío en que Él conserva y sostiene lo bueno que ha comenzado en mí?

3. Oración personal

Señor perfecto y santo,
todo bien que tengo proviene de Ti.
Infunde en mí el amor de tu nombre,
haz crecer mi piedad
y acompaña con solicitud amorosa
las obras buenas que tu Espíritu despierta en mi corazón.
No permitas que nada se pierda,
sino que todo dé fruto para tu gloria.
Amén.

4. Contemplación

Imaginemos un jardín cuidado por un buen jardinero: él siembra, riega, poda y protege cada planta con amor. Así obra Dios en nosotros: siembra el bien, lo alimenta con su gracia y lo protege con ternura para que dé fruto abundante. Contemplemos nuestra vida como ese jardín cuidado por el Señor, y dejemos que Él siga cultivando su obra en nosotros.

5. Compromiso

  • Repetir con amor durante el día una jaculatoria como: “Señor, que ame siempre tu santo nombre”.

  • Alimentar mi vida espiritual con un acto concreto de piedad (Eucaristía, adoración, Rosario, lectura de la Palabra).

  • Reconocer y agradecer los bienes que Dios ha sembrado en mí y en los demás.

  • Confiar más en Dios que en mis fuerzas, sabiendo que Él sostiene todo lo bueno que inicia en mí.

Oración final

Dios todopoderoso,
que posees toda perfección,
infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre
y concédenos que, al crecer nuestra piedad,
alimentes todo bien en nosotros
y con solicitud amorosa lo conserves.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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