51. Orar con la liturgia: oración colecta del XIX Domingo del Tiempo Ordinario

Introducción

Esta oración nos lleva al corazón mismo de nuestra identidad cristiana: ser hijos de Dios. Es el Espíritu Santo quien nos enseña y nos impulsa a llamar a Dios “Padre”, con la confianza y la intimidad de quien sabe que es amado. Pedimos que el Señor renueve en nosotros ese espíritu de adopción filial que nos hace vivir como verdaderos hijos, herederos de su Reino. La promesa de la herencia eterna no es un derecho que reclamamos, sino un don que recibimos, y que nos compromete a vivir de acuerdo con nuestra condición de hijos amados.

1. Invocación inicial

Padre amado, por tu Espíritu Santo nos das la confianza de llamarte Padre. Renueva en nosotros la gracia de ser tus hijos, para que vivamos cada día con la esperanza de la herencia que nos has prometido. Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Dios todopoderoso y eterno…”
Comenzamos reconociendo que Dios es el Señor de todo y que su amor no tiene límites de tiempo. Esta afirmación nos recuerda que el Dios que nos llama hijos es también el Creador soberano que sostiene el universo entero. En nuestra relación filial, la cercanía y la confianza nunca deben perder el sentido de adoración y reverencia hacia su grandeza.

  • ¿Cómo vivo el equilibrio entre la confianza filial y la adoración reverente hacia Dios?

  • ¿Reconozco en mi vida diaria que dependo totalmente del poder y la eternidad de Dios?

“…a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre…”
No es por iniciativa propia que llamamos a Dios “Padre”, sino porque el Espíritu Santo nos lo enseña y nos da el atrevimiento amoroso para hacerlo. El Espíritu nos introduce en la intimidad de la Trinidad, haciendo que la oración de Jesús, “Abbá, Padre”, se convierta también en nuestra. Sin el Espíritu, nuestra fe sería solo una idea; con Él, se convierte en una relación viva.

  • ¿Me dejo guiar por el Espíritu Santo para relacionarme con Dios como Padre?

  • ¿Mi oración expresa más una relación viva o solo palabras aprendidas?

“…renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial…”
La adopción filial no es un título honorífico, sino una realidad que transforma la vida. Pedimos que Dios renueve constantemente en nosotros esta gracia, porque el desgaste del mundo, las pruebas y el pecado pueden enfriar nuestra identidad de hijos. Renovar el espíritu filial significa volver una y otra vez a la fuente: sabernos amados incondicionalmente.

  • ¿Cómo cultivo cada día mi conciencia de ser hijo amado de Dios?

  • ¿Qué actitudes me alejan o me enfrían en esta identidad?

“…para que merezcamos acceder a la herencia prometida.”
La herencia que Dios nos ofrece es su misma vida eterna. No la merecemos por nuestras fuerzas, pero sí podemos disponernos para recibirla viviendo como hijos fieles. El “merecer” aquí no es una transacción, sino la consecuencia natural de permanecer en la casa del Padre. Vivir como hijos es ya empezar a gozar de la herencia.

  • ¿Mi vida refleja que camino hacia una herencia eterna?

  • ¿Estoy cuidando mi vida espiritual como quien cuida un tesoro que un día recibirá plenamente?

3. Oración personal

Padre bueno, gracias por hacerme tu hijo en Cristo. Renueva en mí el espíritu de la adopción filial, para que cada día viva según tu voluntad y me prepare para recibir la herencia que has prometido a quienes te aman. Amén.

4. Contemplación

Imaginemos a un hijo pequeño que, con plena confianza, corre a los brazos de su padre. No tiene miedo, porque sabe que esos brazos son seguros. Así nos mira Dios: con ternura, esperando que corramos hacia Él sin temor, seguros de que nos recibe como hijos amados. Contemplar esta imagen nos ayuda a vivir con confianza y gratitud, manteniendo los ojos fijos en la herencia que nos espera: la vida eterna junto a Él.

5. Compromiso

  • Dejar que el Espíritu Santo me recuerde cada día que soy hijo de Dios.

  • Rezar el Padrenuestro con mayor conciencia y amor filial.

  • Vivir con coherencia mi identidad de hijo, evitando todo lo que me aleje del Padre.

  • Actuar con la esperanza de quien sabe que su herencia es el cielo.

Oración final

Dios todopoderoso y eterno,
a quien, instruidos por el Espíritu Santo,
nos atrevemos a llamar Padre,
renueva en nuestros corazones el espíritu
de la adopción filial,
para que merezcamos acceder a la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo.

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