40. Orar con la liturgia: oración colecta del V Domingo de Pascua
Catequesis mistagógica sobre la oración colecta del V Domingo de Pascua
El tiempo de Pascua sigue desplegando su luz en la liturgia. En este V Domingo, la Iglesia nos invita a contemplar cómo el Misterio pascual —la pasión, muerte y resurrección de Cristo— sigue actuando en nosotros. A través de la oración colecta, descubrimos que esta obra no está terminada: el Resucitado quiere llevarla a plenitud en nuestra vida, renovándonos por el bautismo y haciéndonos fecundos en frutos de eternidad.
1. Invocación inicial
Nos disponemos a la oración con el corazón abierto al poder transformador del Señor resucitado:
“Señor Dios todopoderoso y eterno, en este tiempo de Pascua, haz que tu victoria sobre la muerte transforme nuestra vida. Renueva en nosotros la gracia del bautismo, para que demos frutos que permanezcan y alcancemos la gloria del cielo. Amén.”
2. Escucha y meditación de la oración colecta
Oración colecta del V Domingo de Pascua:
“Dios todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y lleguen a los gozos de la vida eterna.”
“Dios todopoderoso y eterno”
Iniciamos reconociendo el poder y la eternidad de Dios. Esta afirmación no es una fórmula vacía, sino una declaración de confianza: creemos que Aquel que venció la muerte tiene poder para transformar nuestra vida. Su eternidad nos dice que no está limitado por el tiempo ni por nuestras fragilidades. Él actúa en cada presente con amor que no se agota.
Preguntas para meditar:
-
¿Reconozco a Dios como Aquel que tiene poder para cambiar mi vida?
-
¿Descanso en su eternidad cuando me siento débil o inconstante?
“Lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual”
El Misterio pascual no ha terminado en la mañana de Pascua: quiere cumplirse plenamente en cada creyente. Cristo ha muerto y resucitado para que esa victoria transforme nuestra historia concreta. La Pascua es el principio de una transformación continua: morir al pecado, vivir para Dios, dejarnos configurar por Cristo.
Como en los sacramentos, aquí hay una tensión entre lo ya recibido y lo que aún está por desarrollarse. Hemos sido salvados, pero aún estamos siendo salvados. Esta frase nos invita a una fe dinámica: Dios no ha acabado su obra. Nos llama a colaborar con su gracia.
Preguntas para meditar:
-
¿Estoy dejando que el Misterio pascual transforme mi vida cada día?
-
¿Qué actitudes o pecados debo dejar morir para resucitar con Cristo?
“Quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo”
Esta expresión nos recuerda el origen de nuestra vida nueva: el bautismo, que no es un rito pasado, sino una realidad viva. Fuimos renovados no por mérito, sino por la bondad gratuita de Dios. En la fuente bautismal fuimos injertados en Cristo, sellados con el Espíritu, hechos hijos del Padre.
La renovación pascual se nos comunica por medio del agua y del Espíritu. Renovados por el bautismo, somos ahora criaturas nuevas. Pero esta renovación exige memoria y responsabilidad: recordar que somos de Cristo y vivir conforme a esa identidad.
Preguntas para meditar:
-
¿Recuerdo y agradezco mi bautismo como la raíz de mi vida cristiana?
-
¿Cómo se manifiesta esa renovación en mis pensamientos, palabras y obras?
“Den frutos abundantes con tu ayuda y protección”
La Pascua no termina en nosotros: nos lanza a la fecundidad. Un cristiano pascual es alguien que da fruto: en su familia, su comunidad, su trabajo, su oración. Pero este fruto no es solo fruto de esfuerzo humano: es Dios quien lo hace posible con su ayuda y protección.
Dar fruto significa vivir con caridad, paciencia, alegría, fe concreta. El Espíritu Santo quiere producir en nosotros el fruto de la Pascua. Y como en toda vid, es necesario dejarse podar: dejar que Dios purifique, corte, transforme.
Preguntas para meditar:
-
¿Qué frutos está dando mi vida en este tiempo pascual?
-
¿Estoy dispuesto a dejarme podar para ser más fecundo?
“Y lleguen a los gozos de la vida eterna”
El fin de todo es la vida eterna. La Pascua es una promesa cumplida, pero también una promesa abierta: Cristo ha resucitado, y nosotros resucitaremos con Él. La meta no es este mundo, sino la alegría sin fin del cielo. Esta frase nos invita a vivir orientados al destino final, con esperanza activa.
La vida eterna comienza ya en la comunión con Dios, pero llegará a su plenitud en la gloria. Caminar hacia ella implica vivir cada día como quien sabe que su hogar está en el cielo.
Preguntas para meditar:
-
¿Vivo con la mirada puesta en la eternidad?
-
¿Mis decisiones reflejan la esperanza de llegar un día al gozo sin fin?
3. Oración personal
Desde esta oración colecta, elevamos nuestras súplicas al Señor:
-
Transformación pascual:
“Señor, que tu Pascua se cumpla plenamente en mi vida. Transforma lo que aún está herido o cerrado.” -
Conciencia bautismal:
“Gracias, Padre, por el don del bautismo. Hazme vivir con fidelidad mi ser de hijo tuyo.” -
Fecundidad espiritual:
“Espíritu Santo, dame tus frutos. Hazme fecundo en amor, en fe, en servicio.” -
Esperanza eterna:
“Señor Jesús, que mi vida esté orientada al cielo. Que cada día sea un paso hacia Ti.”
4. Contemplación
Nos recogemos en silencio, dejando que la oración resuene en el corazón.
Imaginamos que estamos junto al Resucitado, que nos toma de la mano como al sarmiento unido a la vid, y nos dice: “Permanece en mí y darás fruto”.
En su mirada hay fuerza, ternura y eternidad. Sentimos que el Misterio pascual quiere habitar en nosotros, y que estamos siendo conducidos por el Pastor hacia los gozos eternos.
Oramos en silencio:
“Señor, que se cumpla en mí tu Pascua. Que viva como resucitado contigo.”
5. Compromiso
Para vivir esta oración en la vida diaria:
-
Dejarme transformar cada día por la Pascua, especialmente a través de la confesión y la Eucaristía.
-
Recordar mi bautismo, vivir como hijo de Dios en las decisiones cotidianas.
-
Buscar frutos espirituales, cultivando virtudes y entregándome a los demás con alegría.
-
Mantener viva la esperanza, mirando al cielo en medio de las luchas de cada día.
“Dios todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y lleguen a los gozos de la vida eterna.”
Que la luz del Resucitado nos acompañe y nos haga vivir como verdaderos hijos de la Pascua.
Comentarios
Publicar un comentario