47. Orar con la liturgia: Oración colecta XIV Domingo del Tiempo Ordinario

Oración colecta del XIV Domingo del Tiempo Ordinario

Introducción
La oración colecta de este domingo nos sitúa en el corazón del misterio cristiano: la humillación del Hijo de Dios, que no fue una derrota, sino el camino que el Padre eligió para levantar a la humanidad caída. Esta oración es una invitación a reconocer cómo el camino del abajamiento y de la cruz es el que nos conduce a la verdadera alegría, una alegría santa, fruto de la libertad del corazón redimido. En este domingo ordinario, la liturgia nos recuerda que no hay alegría más profunda que saberse salvados, liberados del pecado y llamados al gozo eterno.

1. Invocación inicial
Señor Jesús, tú que te humillaste para levantarnos del pecado y darnos una vida nueva, concédenos una alegría santa, que no se basa en lo pasajero, sino en sabernos amados y salvados por ti. Amén.

2. Escucha y meditación de la oración colecta

“Oh, Dios, que en la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída…”
La humillación de Cristo —su encarnación, su vida escondida, su obediencia hasta la cruz— no fue debilidad, sino la expresión más grande de su amor. En ese abajamiento, Dios se acercó a nuestra miseria para levantarnos. Donde el hombre cayó por el pecado, Cristo bajó para restaurarlo. Esta línea nos invita a mirar la cruz con gratitud, reconociendo que nuestra dignidad ha sido restaurada desde el momento en que Jesús aceptó descender por nosotros.

  • ¿Cómo reconozco en mi vida los frutos del abajamiento de Cristo?
  • ¿He dejado que Él me levante verdaderamente de mis caídas y mis pecados?

“Concede a tus fieles una santa alegría…”
La alegría cristiana no es euforia ni distracción, sino fruto del encuentro con Cristo. Es santa porque nace de la redención, del saberse salvado y amado por Dios. Esta alegría nos permite vivir incluso las dificultades con esperanza, porque sabemos que nada puede separarnos de su amor. Pedimos al Señor que nos regale esta alegría que no se apaga, una alegría limpia y profunda.

  • ¿Qué lugar ocupa la alegría en mi vida de fe?
  • ¿Mi alegría nace de mi relación con el Señor o de cosas pasajeras?

“Para que disfruten del gozo eterno los que liberaste de la esclavitud del pecado.”
La oración apunta a la meta: el gozo eterno. El pecado nos esclaviza, nos encierra en nosotros mismos y nos quita la libertad. Pero Cristo nos ha liberado para que podamos vivir desde ahora con una alegría anticipada del cielo. Este gozo eterno no es solo para después de la muerte, sino que empieza ya cuando dejamos que el Señor nos libere del pecado y nos transforme con su gracia.

  • ¿Qué esclavitudes siguen robándome la libertad interior?
  • ¿Deseo realmente el gozo eterno, o me conformo con pequeñas alegrías inmediatas?

3. Oración personal
Señor Jesús, tú te humillaste por mí, para levantarme del pecado y devolverme la vida. Haz que no olvide nunca el precio de mi redención. Dame una alegría santa, esa que brota del alma reconciliada y del corazón en paz contigo. Hazme libre para amar, para servir, para caminar hacia el gozo eterno que nos tienes prometido.

4. Contemplación
Imaginamos a Jesús inclinándose ante nosotros, como en la Última Cena cuando lavó los pies de sus discípulos. Él, el Señor, se abaja. No lo hace para humillarnos, sino para dignificarnos. Contemplamos su gesto de amor: el que se hizo siervo para que nosotros fuéramos libres. Sentimos cómo, al mirarnos con ternura, nos devuelve nuestra dignidad perdida. Nos levanta del polvo y nos invita a caminar con alegría, sabiendo que el gozo eterno ya ha comenzado en nosotros.

5. Compromiso

  • Aceptar con gratitud y humildad la salvación que Cristo me ha regalado en su cruz.
  • Pedir cada día la alegría santa, y compartirla con los que viven tristes o desesperanzados.
  • Romper con todo lo que me esclaviza interiormente: hábitos de pecado, resentimientos, superficialidades.
  • Recordar que cada acto de humildad y servicio es un camino hacia la verdadera alegría y la libertad.

Oración final
Oh, Dios, que en la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles una santa alegría, para que disfruten del gozo eterno los que liberaste de la esclavitud del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.

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