72 - Burlas de los soldados (Mt 27, 27-31)

 Día 72


1. Invoca al Espíritu Santo


2. La Palabra de Dios

Burlas de los soldados (Mt 27, 27-31)

27 Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: 28 lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura 29 y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!».

30 Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza.

31 Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.


3. La Palabra ilumina

¡Imita al Cristo Dios! Sufre tú también por tu salvación lo que Él sufrió por ti. Siente cómo el Señor fue arrastrado con cepos como un asesino y un malhechor y compareció ante Pilato como un hombre abyecto, y por él fue entregado al pueblo. Considera cómo fue empujado de un lado para otro, cómo fue victima de puñetazos y bofetadas (cf. Mt 26,67), escarnecido y flagelado (cf. Mt 27,26) el que no puede ser contemplado por ninguna criatura, ni siquiera por los serafines después. 

Le vistieron para burlarse con una púrpura escarlata, le golpearon la cabeza (cf. Mt 27,28.30) y le preguntaban: «¿Quién es el que te ha golpeado?» (Mt 26,28; Lc 22,64). Fue coronado de espinas, adorado para burlarse, le escupieron y fue llevado a la muerte, cargado además con su cruz. Y se encontró solo, abandonado por sus amigos y por sus discípulos; fue objeto de blasfemia por un ladrón (cf. Lc 23,39) y, por burla, tuvo que escuchar: ,«Tú, que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz» (Mt 27,40).

Y también: si eres Hijo de Dios (cf. Mt 27,40), «baja ahora de la cruz y creeremos en él» (Mt 27,42). Y así, después de haber sufrido todo esto, dando gracias y orando por los que le habían matado (cf. Lc 23,34), entregó su alma en las manos de su Padre (cf. Lc 23,46). ¿No te basta, hermano, todo esto para imitarle? ¿O bien te avergüenzas de sufrir tales cosas? Por eso también dice Pablo: «Si sufrimos juntos, también seremos glorificados juntos» (cf. Rom 8,17; 2 Tim 2,11). 

En cambio, si nos avergonzamos de imitar los padecimientos que Él soportó por nosotros y de ofrecerlos como Él los ofreció, está claro que tampoco tendremos parte en su gloria. De este modo, seremos creyentes sólo de palabra, no de obra. Pero si no tiene obras, nuestra fe está muerta (cf. Sant 2,17.26). Por ese motivo os digo y no cesaré de decir que quien no se hace imitador de los padecimientos de Cristo y participa en su muerte mediante la penitencia y la paciencia, tampoco podrá participar de su resurrección espiritual ni recibir el Espíritu Santo. No hablo sólo de la resurrección de los cuerpos al fin del mundo —cuando el ángel toque la trompeta y resuciten los cuerpos (cf. 1 Cor 15,52)—, sino de la regeneración y resurrección espiritual de las almas que se lleva a cabo cada día: la que da, mediante su santísimo Espíritu, aquel que murió y resucitó una sola vez (cf. Rom 6,9s), llevando consigo a las almas que por su voluntad y por la fe mueren con Él, a las cuales concede desde ahora el Reino de los Cielos: ojalá lo consigamos todos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a quien corresponde toda gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Simeón el Nuevo Teólogo)


4. Dialoga con el Señor

¿Muestro en todos los ambientes de mi vida y en las personas que me rodean que soy cristiano? ¿O en cambio por miedo a la burla me escondo?

Señor, no quiero ser cristiano a medias, sino en todo momento, porque ahí estará la alegría y la paz sincera.

Dios te bendiga.

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