71 - Jesús ante Pilato (Mt 27, 11-26)

 Día 71

1. Invoca al Espíritu Santo

2. La palabra de Dios

Jesús ante Pilato (Mt 27, 11-26)

11 Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 

Jesús respondió: «Tú lo dices».

12 Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada.

13 Entonces Pilato le preguntó: «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».

14 Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. 

15 Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. 16 Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás.

17 Cuando la gente acudió, dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».

18 Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. 19 Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».

20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21 El gobernador preguntó: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?». 

Ellos dijeron: «A Barrabás».

22 Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». 

Contestaron todos: «Sea crucificado».

23 Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?».

Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».

24 Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».

25 Todo el pueblo contestó: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».

26 Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.


3. La palabra ilumina

Jesús debe comparecer ante el procurador romano, a fin de que éste ratifique la sentencia del sanedrín, que había perdido la facultad de condenar a muerte. Las fuentes históricas nos presentan a Pilato como un hombre cruel y despiadado: de hecho, fue depuesto del cargo por sus excesos. Sin embargo, se queda muy extrañado ante Jesús: su comportamiento es absolutamente incomprensible en un hombre avezado en la violencia; por eso, revela todavía más la inconsistencia de las acusaciones presentadas contra el Nazareno y, en esta ocasión, cargadas de connotaciones políticas (vv. 11.18.23; cf. Lc 23,1ss).

Siguiendo una dialéctica de silencio y de clamor de la muchedumbre, se consuma esta ulterior entrega de Jesús (v. 2 y 26). La respuesta de Jesús, así como su silencio, expresan su adhesión interior a la voluntad del Padre (26,42) y su aceptación sin reservas de los acontecimientos: después de la «entrega» a Dios en Getsemaní, es natural el abandono en manos de los hombres: no es más que una consecuencia. Jesús, como el Siervo de Yahvé, calla frente a sus acusadores, desconcertando a los poderosos. Sin embargo, la muchedumbre enardecida impone su decisión, acabando con las dudas del gobernador. Éste declina toda responsabilidad con un gesto elocuente (v. 24), que, en el contexto judío, significaba el cumplimiento de la expiación por un hombre ejecutado en circunstancias misteriosas (Dt 21,6). 

En realidad, todos son culpables de la muerte de «aquel justo» (v. 19), pero será su misma sangre inocente la que expíe el pecado del mundo. Con todo, el evangelista atribuye en particular la condena de Jesús a todo el pueblo de Israel (v. 25), que prefirió salvar a un conocido bandido y asumió la responsabilidad de su muerte.


4. Dialoga con el Señor

¿Guardo silencio o siempre estoy defendiéndome y buscando justificaciones? 

Te ruego que imprimas en mi corazón el rostro de dolor y de misericordia de Cristo, para que, contemplando en silencio su dócil padecer, pueda responder al mal con el bien, a la violencia con el perdón, y entrar en el Reino de su gloria junto con una multitud de hermanos, salvados por el amor.

Dios te bendiga.

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