¿Por qué un católico no celebra Halloween?
Para muchos católicos, Halloween parece una celebración divertida y sin implicaciones profundas: disfraces, caramelos y juegos. Sin embargo, si exploramos sus raíces y lo que representa en el ámbito espiritual, descubrimos razones importantes para cuestionar si es adecuado para quienes buscan vivir una fe auténtica.
Origen de Halloween y el “truco o trato”
Halloween tiene sus raíces en la festividad celta de Samhain, que celebraba el final de la cosecha y el inicio de un nuevo año espiritual. Durante esta celebración, se creía que el velo entre los vivos y los muertos era muy fino, lo que facilitaba la comunicación con el más allá. Esta visión fue acompañada de rituales oscuros, sacrificios y prácticas que buscaban aplacar a espíritus malignos o seres de otro mundo. Más tarde, con la cristianización de las tierras celtas, estas costumbres se integraron parcialmente a las festividades de Todos los santos y día de los fieles difuntos, aunque en esencia permanecieron enraizadas en prácticas paganas.
El "truco o trato" tiene también raíces inglesas. En la Edad Media, existía la tradición del "souling", en la cual los pobres iban de casa en casa el día de todos los santos y el día de los fieles difuntos (1 y 2 de noviembre) ofreciendo rezar por las almas de los difuntos de cada familia a cambio de pan o pasteles conocidos como "pasteles de ánimas". Este acto simbolizaba una forma de caridad y de comunión con las almas del purgatorio. Sin embargo, tras la Reforma Protestante en el siglo XVI, estas prácticas relacionadas con el purgatorio y los difuntos fueron rechazadas en algunos lugares de Inglaterra. Los protestantes cuestionaban la validez de rezar por los muertos, considerándolo una práctica sin base bíblica y supersticiosa. Así, Halloween y sus tradiciones religiosas perdieron su sentido original y, al migrar a Estados Unidos, se transformaron en la versión secular y comercial de "truco o trato" que conocemos hoy, despojadas de su trasfondo espiritual.
¿Por qué no nos reímos de la muerte y del miedo?
En Halloween, la muerte, el susto y el terror se trivializan. Sin embargo, la Biblia enseña: “El temor de Jehová es fuente de vida” (Proverbios 14,27), y San Pablo nos recuerda en su carta a los Filipenses: "Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro... si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4,8). La muerte no es un espectáculo para divertirnos ni un motivo de burla; es un paso serio y trascendental hacia la eternidad. San Juan Pablo II decía: "La vida del hombre es un peregrinaje a través de la fe hacia la eternidad" (Encíclica Fides et Ratio, 1), llamándonos a vivirla con reverencia y preparación para nuestro destino eterno, en lugar de trivializar la muerte o el temor.
La cultura de muerte vs. la cultura de vida
Halloween, tal como se celebra en la actualidad, exalta la muerte, el horror y lo macabro. Mientras que la fe católica celebra la vida, la esperanza y la redención, Halloween parece acercarnos más a una cultura de muerte. Participar en esta festividad no es solo una actividad “inofensiva”; indirectamente, nos conecta con prácticas y simbolismos que promueven el miedo, la violencia y el sinsentido de la muerte, banalizando la importancia de los valores espirituales. Santa Teresa de Ávila decía: "Es un gran mal hacer amistad con quien tiene inclinación a hablar mal de los demás. Porque la lengua suelta... lleva consigo el veneno" (Camino de Perfección, 5,2). Al participar en Halloween, nos exponemos a mensajes que a menudo van contra la virtud y la santidad, y al ambiente de oscuridad, que nada tiene que ver con la luz de Cristo.
Alternativas que fomentan la fe y la esperanza
En lugar de Halloween, los católicos tenemos la oportunidad de celebrar la solemnidad de Todos los Santos el 1 de noviembre, un día para honrar y recordar a aquellos que nos precedieron en el camino de la santidad. San Francisco de Sales nos recuerda: "Aquél que quiera verdaderamente ser cristiano debe recordar siempre, que al ser cristiano es ser santo". La fiesta de Todos los Santos nos anima a seguir el ejemplo de los santos y a vivir nuestra vida con virtud, en comunión con los santos y los ángeles.
Algunas alternativas para estos días que realmente fomentan la fe, la esperanza y nos alejan de una cultura de muerte incluyen:
Fiesta de Todos los Santos: Se podría preparar encuentros en los que se profundicen en vidas de santos como por ejemplo una película o scape room de santos, que nos ayude a recordar que todos estamos llamados a la santidad y a imitar las virtudes de aquellos que siguieron fielmente a Cristo. San Agustín decía: "Dios es tan santo que no quiere que vivamos mezclados en las cosas del mal" (Confesiones, X). Esta es una oportunidad para celebrar la luz y la paz, en lugar de la oscuridad.
Procesiones de los santos y oración comunitaria: se podría hacer una procesión con velas y oraciones en honor a los santos. También se realizan vigilias de adoración al Santísimo Sacramento, en las cuales se ofrece la oportunidad de orar, recordar a los santos y también a nuestros fieles difuntos y renovar nuestra esperanza en la resurrección. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).
Actividades de caridad y servicio: Recordando las antiguas tradiciones de “souling”, se podría realizar obras de caridad como visita a hogares de ancianos, actividades de servicio y caridad o colectas para los necesitados. Estas actividades reflejan el verdadero espíritu cristiano de dar a los demás y vivir en comunión con el prójimo.
Veladas de fe y esperanza: Se pueden organizar encuentros de oración, reflexión y actividades lúdicas que celebren la alegría cristiana y permitan compartir el mensaje de vida eterna. Así, en lugar de trivializar la muerte o lo oscuro, se ofrece un ambiente de luz y paz.
Una llamada a vivir la luz de Cristo
Como católicos, estamos llamados a vivir de acuerdo a la fe que profesamos, y lo que buscamos no es participar en una celebración que se ría temas tan importantes como la muerte, el miedo y el sentido de nuestra existencia. Halloween puede parecer una fiesta superficial, pero si profundizamos en sus raíces y lo que realmente significa, descubrimos que nuestra fe nos ofrece opciones más plenas y llenas de sentido, celebrando la vida y la esperanza en Cristo.
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